miércoles, 19 de mayo de 2021

El "Chan-Chan" de Tanguito. (Basado en un relato de Fausto Herrera).


 

Acababa de tocar, por primera vez, su nueva canción en el bar de la esquina que estaba de moda en esos tiempos, que era el único rincón de diversión juvenil verdaderamente joven, en toda la capital. Era un delirio bohemio de navíos y naufragios que, metafóricamente, constituía una oda al ocio. Uno de los testigos de dicho estreno se le acercó amigablemente con una cerveza en la mano, le invitó un cigarrillo y caminaron juntos un buen trecho filosofando entre pitada y trago. De pronto, los tonos de voz comenzaron a elevarse y lo que, en principio, era una charla amistosa de dos personas afines, se convertiría en una discusión acalorada con evidentes indicios de pasar a mayores. Los argumentos de ambos jóvenes tenían algo de razón, dependiendo la perspectiva desde la que se los analizara.

Uno, el músico que venía de estrenar su última creación (a la cual no le daba mucha importancia, pero con la que se sentía satisfecho) le explicaba al otro, los motivos que lo movilizaban en todos los aspectos de la vida, y le aclaraba que el dinero no era uno de ellos. El otro, le suplicaba que lo pensara, al menos una noche, que lo consultara con la almohada y al día siguiente le diera una respuesta más seria, ya que había mucho dinero (potencial) en juego. Ambos parecían compartir un amor insólito por la música pero en el momento en que uno de ellos habló de obtener un rédito económico a cambio de hacer música, el otro lo miró como sorprendido, sonrió y dijo:

-  ¡¿Vos me estás hablando en serio?! Después de todo lo que hablamos, de lo compartido en el bar y en la calle, ¡¿cómo se te ocurre pensar que voy a agarrar viaje?! No necesito ni un minuto más para meditarlo Félix, no voy a venderme a ninguno, por más que me digas que el dueño del sello es argentino y que es el primer sello argentino y toda la gilada nacionalista con la que me querés correr - .

-  Pero José, no te estoy pidiendo que renuncies a tus principios, sino que peguemos el batacazo, una sola vez, con eso basta. El tema nuevo va a sonar en todos lados, vas a ver. Nos vamos a dar el gusto de grabar y de paso, quién te dice, podamos dedicarnos a vivir de lo que amamos, que es hacer música - .

José: - Yo amo la música, por eso hago música, la plata no me importa en lo más mínimo pero si vos querés hacer plata, dedicate a acuñar monedas o a imprimir billetes - .

Félix: - Daaale boludo, que te estoy hablando en serio, con esta canción nos llenamos de guita, seguimos viviendo igual, de la misma manera, pero sin preocuparnos por nada, nunca más.

José: - Le estás errando fiero hermano, no se puede seguir viviendo igual después que uno se vendió. No se puede seguir como si nada una vez que conociste tu precio. Yo creo que sé lo que valgo, y no es plata. No, Félix y es un no definitivo - .

Félix: - Yo sé que el arte es invaluable hermano, pero la comida, los vicios, los equipos, la vida en general, cuesta plata y si no nos apuramos a ganar la punta, alguien más va a copar la parada. El mercado avanza José, queramos o no -. 

José: - Mirá qué te parece si nos damos la mano y concluimos el asunto, ya que aparentemente no vamos a lograr ponernos de acuerdo - .

En ese momento, Félix refunfuñó algo incomprensible y finalmente extendió la mano a José que rápidamente le correspondió el gesto.

Pasado el tiempo, José entendió que la necesidad tiene cara de hereje (como dice el dicho) y dió a su amigo Félix la aprobación tan anhelada por éste, para seguir adelante con la comercialización de su antaño canción, ahora producto.

Aquella charla quedó en el olvido hasta que llegó el '72. Las fuerzas del orden, comandadas por la Fuerzas Armadas comenzaron a desaparecer a militantes de distintas fuerzas políticas (principalmente de izquierda) dice la Historia. Pero en ese año tan turbulento la frontera entre juventud militante y juventud rockera no se delimitaba tan fácilmente, ambas esferas se entrecruzaban como una intersección de conjuntos en Geometría, por ende, las personas que integraban estos conjuntos, a ojos del Gobierno, eran indistinguibles, había que prevenir la emancipación roja a toda costa y a cualquier costo. Pero fueron bastante mesurados por 1972 (si lo comparamos con 1976).

Era septiembre, caía una lluvia pesada sobre la Capital, un muchacho que vestía un saco estilo cazadora de cuero marrón oscuro y unos jeans gastados, corría bajo el aguacero hacia las escaleras del tren subterráneo, luego de haberse saludado apuradamente con su compañía de caminata al llegar a la esquina cercana, donde se separaron para continuar cada cual por un camino diferente. Bajó las escaleras y se apoyó en una de las inmensas columnas que soportan los túneles.

Las seis sombras se mantenían en silencio, inmóviles, acechando a su presa, cuando ésta bajó la guardia, se le fueron al humo, lo tomaron de las extremidades y lo arrojaron a las vías, segundos antes de que pasara el tren por allí.

Todo esto había sido un misterio, hasta hoy, que me decidí a compartir este secreto que ya me asfixiaba y me pesaba de manera insoportable. Me lo contó un viejo amigo del pobre muchacho, me dijo:- yo estuve con él hasta que tuve que doblar en la esquina y él siguió, salió corriendo porque llovía a cagarse y no traíamos ni paraguas. Mientras caminaba, pensaba, en mi soledad, ojalá no se resfríe, que mañana tocamos en el bar. Ese día dejé de creer en todo, ya que no pude percibir nada y nunca más lo volví a ver - .

 ----------------------------------------------

Éramos seis en cada patrulla, estábamos a cargo de la vigilancia a civiles considerados potencialmente comunistas, y nos habían recomendado enfáticamente seguir de cerca a un músico medio filósofo, afilado para pensar y para componer. Me acuerdo que nos dijo un superior: "no le pierdan pista y ante el menor indicio de confirmación de causa, fíjense que sufra un accidente". Y así hicimos. Después, por un amigo que compartía cuartel con quien nos había dado aquella orden, me enteré de la traición. Nunca dije nada por obvias razones, y siempre que alguien habla de aquella época, me queda un amargor agrío, como a hiel, en la boca, porque yo sé qué le pasó al pobre hombre. No fue suicidio, ni accidente, fuimos nosotros por órdenes de arriba, órdenes de un alto mando fuertemente influenciado económicamente,, por alguien que decía haber sido en otro tiempo, amigo del objetivo y quería ajustar cuentas - .