“La mejor manera de evitar que un prisionero escape, es asegurarse de que nunca sepa que está en prisión.”
Nietzsche afirma que Dostoyevski -por el que confesara una gran admiración- fue uno de los escritores que con mayor habilidad lograron plasmar la psiquis humana. El primero advierte que su obra no será entendida y apreciada en su propio tiempo, él había nacido póstumo, por lo que su filosofía a martillazos le pertenecería a los hombres del futuro. Dostoyevski, por su parte, profetizó, en una simple frase, la actualidad apabullante del sistema hace poco más de medio siglo.
El filósofo surcoreano, Byung-Chul Han, asevera que las formas de dominación de nuestro tiempo, representan una evolución desde la sociedad disciplinaria de control que atravesara el siglo pasado y de la que se ocuparan, entre otros, pensadores como Michel Foucault y Zygmunt Bauman. Dicho control se fundamentaba en la disciplina de los cuerpos, en la coacción. Mientras que entonces se trataba de un biopoder, hoy nos encontramos en los eriales de la psicopolítica.
Ésta se basa en la disciplina, sutil pero inflexible, de la psiquis: funcionan a un nivel prerreflexivo. Es decir que, en lugar de coaccionar, nos seducen para que nos sometamos voluntariamente al poder. Para esto, advierte el filósofo, invierte la lógica de la sociedad disciplinaria y crea una sensación de libertad que no es más que otra forma de coacción. El sistema condiciona la vida manipulando la libertad. Una viñeta tragicómica, advertía, hace algunos años: “Soy libre puedo elegir el banco que me exprima; la cadena de televisión que me embrutezca; la petrolera que me esquilme; la red de telefonía que me time; el informador que me desinforme y la opción política que me desilusione. Insisto soy LIBRE”. Y en esta ficción, radica su eficacia. Sin un amo definido, nos explotamos a nosotros mismos. Lo cierto es que la libertad existe como libertad de elegir solamente lo que el sistema nos ofrece. Y, como sabemos por experiencia propia, no todo lo que se hall en él se encuentra disponible para todos.
A modo de necesario paréntesis, podemos sacar en limpio que la herramienta par excellence del sistema, es el internet con las redes sociales. Éstas, funcionan a modo de panóptico digital, donde nos desnudamos, simbólicamente, a la vista de los otros sin reparo, entregando una intimidad que otrora se nos antojara preciada. En este contexto, como si se tratara del Gran Hermano orwelliano, somos cuidadosamente vigilados por un Gran Banco de Datos, que engrosamos a voluntad, y del que se sirven las élites dominantes para segmentarnos según nuestros gustos, costumbres y preferencias, y canalizar así nuestro ímpetu consumista en pos de aquello que manifestamos desear. Cierro paréntesis.
El capitalismo encuentra su principal asidero en la propiedad privada de los medios de producción. El neoliberalismo, que no es otra cosa que el capitalismo en su fase más voraz, entre otras cosas, por la ausencia de rivales que disputen su hegemonía; el neoliberalismo, decía, acentúa las diferencias sociales. Pero encuentra un escollo irresoluble, si no es a través del engaño: mientras más se acumula en pocas manos, más numerosas se vuelven las hordas de desocupados y hambreados del sistema. Para paliar ese mal, se apela a la supuesta libertad individual, ficticia, por otra parte, que supone un sálvese quien pueda.
Para Marx, por el contrario, la libertad genuina sólo se consigue en comunidad con los otros, porque solamente en ella contamos con los medios necesarios para desarrollarnos plenamente. Por eso, el individualismo le es tan caro al sistema, ya que naturaliza la desigualdad hasta se convierte en parte del paisaje.
En nuestro país, el neoliberalismo por primera vez llega al poder a través del voto popular sin engaños ni eufemismos. Podrán decir que en campaña anunciaban una cosa, pero lo cierto es que el cambio de discurso se dio recién después de las elecciones primarias, y sólo en los candidatos más sobresalientes, los economistas nunca disfrazaron su discurso. Vale insistir en este punto.
El relato macrista parece salido de un libro de autoayuda berreta, pero su lógica es similar a la de una doctrina religiosa: no resiste el menor análisis, ni racional, ni histórico. El sí se puede del festejo por el triunfo electoral se transforma, poco a poco, en un todo bien, pero ¿cuándo? Las medidas de gobierno hasta el momento, han menoscabado la capacidad de consumo de los sectores más vulnerables de la economía, que son quienes, contra cualquier pronóstico, fueran más beneficiados por las políticas del gobierno anterior, con todo y sus matices. Una devaluación que, en Febrero ya alcanzaba el 50%, tras la salida del cepo cambiario, se calcula hasta en un 70% en algunos de los más beneficiados, que no fueron otros que los sectores agroexportadores.
Reprimiendo los efectos de una lavativa verbal, que el autoproclamado peronista de derecha, Julio Bárbaro, publicara en el amarillo portal Infobae, a raíz de la presencia del Presidente en la inauguración de la Expo Rural; se puede ver claramente qué épocas añora la administración actual, y hacia dónde nos quieren llevar: aquellas donde nuestro país era considerado el Granero del Mundo. El problema es que quienes se benefician de los réditos económicos de un granero, son sus dueños, a nosotros, pueblo llano, nos toca el papel de indeseados roedores a los que es menester eliminar.
En esto se presenta una paradoja que considero necesario desmenuzar, cuanto antes: el consumismo desbocado es el causante principal de la vigencia del orden de desigualdad. Es uno de sus pilares, esto es un hecho. La publicidad nos segmenta para poder ofrecernos sus mercancías de manera más personalizada, convenciéndonos de que necesitamos lo que ella indica. El neoliberalismo en Argentina, encarnado en estos momentos por la administración Cambiemos, pero que es independiente de las personas, está apropiándose de su propio contradiscurso. El fenómeno no es nuevo, como advertía hace unos años el pensador Xavier Reik, todos los intentos filosóficos, humanísticos, etc., por combatir la desigualdad, fracasaron en el tiempo, o se contaminaron de apropiacionismo. Recordemos que en esto se fundamenta el propio sistema. La cuestión se nos presenta, entonces, como una serpiente que se muerde la cola. Un diagrama de Ben en el que estamos inmersos, pero al que no pertenecemos. Así, nuestro locuaz primer mandatario, ha convertido en obsesión -según sus propias palabras- el cuidado de la energía, y alza las banderas de la austeridad mientras los sectores más concentrados se forran de dólares en medio de una economía recesiva.
La desvergüenza radica en que, mientras la austeridad puede ser una opción o un modo de vida, una conducta, del todo loable, lo que enmascaran tras su título es la miseria a la que empujan a la gran mayoría del pueblo argentino, agravando la inflación, quitando los subsidios a los servicios y dejando a una legión de gente sin trabajo. No contentos con eso, se animan a aventurar que tienen intenciones de extender la edad para jubilarse, mientras reducen la cobertura del PAMI.
Lo que subyuga, es el trabajo fino de los medios de comunicación del sistema, que cala hondo en la psiquis argenta, como advierte Byung-Chul Han: han logrado convencer a buena parte de la población de a pie, que celebra los aumentos en los artículos de la canasta básica y en los servicios, de que nos corresponde contribuir con nuestro granito de arena para sacar el país adelante. La ecuación cierra perfecta: quienes se ven más beneficiados han sido los sectores agroexportadores, como ya se señaló, y para ellos, el país es el campo, y nada más. Nosotros, la plebe. Aún así, Bárbaro insiste en que, en el gobierno anterior, estuvimos a punto de volver al feudalismo.
Si se alza la voz, si se supone un peligro para el régimen, se corre el riesgo de ser censurado, reprimido y hasta detenido. Como sigue sucediendo con Milagro Sala, y como quisieron ayer con Hebe de Bonaffini, mientras le otorgan prisión domiciliaria a los genocidas, para complacer a las esposas de represores que acompañan al Presidente en sus actos y en las manifestaciones por los DDHH. En eso no escatiman recursos. Pero, de esta suerte, sólo cambiaremos una casa austera por otra más sórdida, y en algún punto puede significar un alivio o una constatación: llegado el caso, nos haríamos conscientes -al menos- de que nos encontramos en una cárcel, un verdadero privilegio frente a los millones que aún lo ignoran.
Juan Bautista Martínez (Columnista)
Fuentes:
- La Gaya Ciencia – Friedrich Nietzsche
- Psicopolítica – Byung-Chul Han
- Signos y símbolos de una revolución anunciada – Xavier Reik