viernes, 12 de agosto de 2016

CASA AUSTERA



La mejor manera de evitar que un prisionero escape, es asegurarse de que nunca sepa que está en prisión.”
 
Nietzsche afirma que Dostoyevski -por el que confesara una gran admiración- fue uno de los escritores que con mayor habilidad lograron plasmar la psiquis humana. El primero advierte que su obra no será entendida y apreciada en su propio tiempo, él había nacido póstumo, por lo que su filosofía a martillazos le pertenecería a los hombres del futuro. Dostoyevski, por su parte, profetizó, en una simple frase, la actualidad apabullante del sistema hace poco más de medio siglo.
 
El filósofo surcoreano, Byung-Chul Han, asevera que las formas de dominación de nuestro tiempo, representan una evolución desde la sociedad disciplinaria de control que atravesara el siglo pasado y de la que se ocuparan, entre otros, pensadores como Michel Foucault y Zygmunt Bauman. Dicho control se fundamentaba en la disciplina de los cuerpos, en la coacción. Mientras que entonces se trataba de un biopoder, hoy nos encontramos en los eriales de la psicopolítica.
 
Ésta se basa en la disciplina, sutil pero inflexible, de la psiquis: funcionan a un nivel prerreflexivo. Es decir que, en lugar de coaccionar, nos seducen para que nos sometamos voluntariamente al poder. Para esto, advierte el filósofo, invierte la lógica de la sociedad disciplinaria y crea una sensación de libertad que no es más que otra forma de coacción. El sistema condiciona la vida manipulando la libertad. Una viñeta tragicómica, advertía, hace algunos años: “Soy libre puedo elegir el banco que me exprima; la cadena de televisión que me embrutezca; la petrolera que me esquilme; la red de telefonía que me time; el informador que me desinforme y la opción política que me desilusione. Insisto soy LIBRE”. Y en esta ficción, radica su eficacia. Sin un amo definido, nos explotamos a nosotros mismos. Lo cierto es que la libertad existe como libertad de elegir solamente lo que el sistema nos ofrece. Y, como sabemos por experiencia propia, no todo lo que se hall en él se encuentra disponible para todos.
 
A modo de necesario paréntesis, podemos sacar en limpio que la herramienta par excellence del sistema, es el internet con las redes sociales. Éstas, funcionan a modo de panóptico digital, donde nos desnudamos, simbólicamente, a la vista de los otros sin reparo, entregando una intimidad que otrora se nos antojara preciada. En este contexto, como si se tratara del Gran Hermano orwelliano, somos cuidadosamente vigilados por un Gran Banco de Datos, que engrosamos a voluntad, y del que se sirven las élites dominantes para segmentarnos según nuestros gustos, costumbres y preferencias, y canalizar así nuestro ímpetu consumista en pos de aquello que manifestamos desear. Cierro paréntesis.
El capitalismo encuentra su principal asidero en la propiedad privada de los medios de producción. El neoliberalismo, que no es otra cosa que el capitalismo en su fase más voraz, entre otras cosas, por la ausencia de rivales que disputen su hegemonía; el neoliberalismo, decía, acentúa las diferencias sociales. Pero encuentra un escollo irresoluble, si no es a través del engaño: mientras más se acumula en pocas manos, más numerosas se vuelven las hordas de desocupados y hambreados del sistema. Para paliar ese mal, se apela a la supuesta libertad individual, ficticia, por otra parte, que supone un sálvese quien pueda.
 
Para Marx, por el contrario, la libertad genuina sólo se consigue en comunidad con los otros, porque solamente en ella contamos con los medios necesarios para desarrollarnos plenamente. Por eso, el individualismo le es tan caro al sistema, ya que naturaliza la desigualdad hasta se convierte en parte del paisaje.
En nuestro país, el neoliberalismo por primera vez llega al poder a través del voto popular sin engaños ni eufemismos. Podrán decir que en campaña anunciaban una cosa, pero lo cierto es que el cambio de discurso se dio recién después de las elecciones primarias, y sólo en los candidatos más sobresalientes, los economistas nunca disfrazaron su discurso. Vale insistir en este punto.
El relato macrista parece salido de un libro de autoayuda berreta, pero su lógica es similar a la de una doctrina religiosa: no resiste el menor análisis, ni racional, ni histórico. El sí se puede del festejo por el triunfo electoral se transforma, poco a poco, en un todo bien, pero ¿cuándo? Las medidas de gobierno hasta el momento, han menoscabado la capacidad de consumo de los sectores más vulnerables de la economía, que son quienes, contra cualquier pronóstico, fueran más beneficiados por las políticas del gobierno anterior, con todo y sus matices. Una devaluación que, en Febrero ya alcanzaba el 50%, tras la salida del cepo cambiario, se calcula hasta en un 70% en algunos de los más beneficiados, que no fueron otros que los sectores agroexportadores.
Reprimiendo los efectos de una lavativa verbal, que el autoproclamado peronista de derecha, Julio Bárbaro, publicara en el amarillo portal Infobae, a raíz de la presencia del Presidente en la inauguración de la Expo Rural; se puede ver claramente qué épocas añora la administración actual, y hacia dónde nos quieren llevar: aquellas donde nuestro país era considerado el Granero del Mundo. El problema es que quienes se benefician de los réditos económicos de un granero, son sus dueños, a nosotros, pueblo llano, nos toca el papel de indeseados roedores a los que es menester eliminar.
 
En esto se presenta una paradoja que considero necesario desmenuzar, cuanto antes: el consumismo desbocado es el causante principal de la vigencia del orden de desigualdad. Es uno de sus pilares, esto es un hecho. La publicidad nos segmenta para poder ofrecernos sus mercancías de manera más personalizada, convenciéndonos de que necesitamos lo que ella indica. El neoliberalismo en Argentina, encarnado en estos momentos por la administración Cambiemos, pero que es independiente de las personas, está apropiándose de su propio contradiscurso. El fenómeno no es nuevo, como advertía hace unos años el pensador Xavier Reik, todos los intentos filosóficos, humanísticos, etc., por combatir la desigualdad, fracasaron en el tiempo, o se contaminaron de apropiacionismo. Recordemos que en esto se fundamenta el propio sistema. La cuestión se nos presenta, entonces, como una serpiente que se muerde la cola. Un diagrama de Ben en el que estamos inmersos, pero al que no pertenecemos. Así, nuestro locuaz primer mandatario, ha convertido en obsesión -según sus propias palabras- el cuidado de la energía, y alza las banderas de la austeridad mientras los sectores más concentrados se forran de dólares en medio de una economía recesiva.
 
La desvergüenza radica en que, mientras la austeridad puede ser una opción o un modo de vida, una conducta, del todo loable, lo que enmascaran tras su título es la miseria a la que empujan a la gran mayoría del pueblo argentino, agravando la inflación, quitando los subsidios a los servicios y dejando a una legión de gente sin trabajo. No contentos con eso, se animan a aventurar que tienen intenciones de extender la edad para jubilarse, mientras reducen la cobertura del PAMI.
 
Lo que subyuga, es el trabajo fino de los medios de comunicación del sistema, que cala hondo en la psiquis argenta, como advierte Byung-Chul Han: han logrado convencer a buena parte de la población de a pie, que celebra los aumentos en los artículos de la canasta básica y en los servicios, de que nos corresponde contribuir con nuestro granito de arena para sacar el país adelante. La ecuación cierra perfecta: quienes se ven más beneficiados han sido los sectores agroexportadores, como ya se señaló, y para ellos, el país es el campo, y nada más. Nosotros, la plebe. Aún así, Bárbaro insiste en que, en el gobierno anterior, estuvimos a punto de volver al feudalismo.
 
Si se alza la voz, si se supone un peligro para el régimen, se corre el riesgo de ser censurado, reprimido y hasta detenido. Como sigue sucediendo con Milagro Sala, y como quisieron ayer con Hebe de Bonaffini, mientras le otorgan prisión domiciliaria a los genocidas, para complacer a las esposas de represores que acompañan al Presidente en sus actos y en las manifestaciones por los DDHH. En eso no escatiman recursos. Pero, de esta suerte, sólo cambiaremos una casa austera por otra más sórdida, y en algún punto puede significar un alivio o una constatación: llegado el caso, nos haríamos conscientes -al menos- de que nos encontramos en una cárcel, un verdadero privilegio frente a los millones que aún lo ignoran.
 
Juan Bautista Martínez (Columnista)
 
Fuentes:
 
- La Gaya Ciencia – Friedrich Nietzsche
 
- Psicopolítica – Byung-Chul Han
 
- Signos y símbolos de una revolución anunciada – Xavier Reik
 
 
 
 
 

martes, 2 de agosto de 2016

Jasón y los astronautas



El héroe mítico griego Jasón, al mando de los marineros de Argos, fue enviado a la Cólquide por orden de su tío el rey Pelias, como castigo por reclamar el trono de Yolco, que éste había usurpado de su hermano Esón. La misión consistía en recuperar el vellocino de oro, consagrado a Ares, el dios de la Guerra, y que era custodiado por una serpiente monstruosa que nunca dormía.
 
De guerras y periplos fantásticos abunda la historia y la literatura de casi todos los pueblos del mundo, pero no fue sino en el marco de otra guerra, esta vez por el control hegemónico del control, el espionaje satelital y el desarrollo tecnológico a nivel global, entre los Estado Unidos y la Unión Soviética, que se posara la vista sobre un objetivo tal vez más ambicioso que una simple piel de carnero alado: la Luna.
 
La carrera espacial fue el nombre que se le dio a este accionar, dentro de la Guerra Fría, en que ambas potencias competían por la conquista del espacio, y que funcionaba como la otra pata de la carrera armamentística. Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, los Estados Unidos estaban más que seguros de su superioridad en todo sentido: ellos contaban con armas que podían borrar la vida de la tierra en cuestión de horas. Interesa, sobre la bomba atómica, como afirma Gustavo Santiago, la tenencia de la misma: la ostentación de la devastación nuclear en las manos de un país que ya había demostrado que no temía aniquilar a sus enemigos apretando un botón. En medio de ese orgasmo triunfal, la puesta en órbita del satélito ruso Sputnik I, el 04 de Octubre de 1957, significó un sacudón para la autoestima norteamericana.
 
Perros, tortugas, chimpancés y moscas de la fruta, antecedieron a los seres humanos al momento de ponerse en órbita, pero la carrera espacial alcanzó su cénit el 20 de Julio de 1969, con la llegada del hombre -occidental, cristiano y gringo- a la luna a bordo del Apolo 11.
 
Pero, ¿llegó el hombre a la Luna realmente o se trató de una puesta en escena? Intentar dar con una respuesta a este interrogante, a día de hoy, resulta cuasi bizantino; pero podemos enumerar brevemente los principales argumentos a favor y en contra.
 
La nave, tripulada por Neil Armstrong, Edwin Aldrin y Michael Collins, despegó del Complejo 39A del Centro Espacial Kennedy, en Florida, el 16 de Julio del '69. La imagen de Armstrong pisando la superficie selenita se transformó en uno de los blasones de la expansión imperialista estadounidense en el mundo. Por ende, si se tratase de una puesta en escena, o no, ésta resultó fundamental para la construcción de discurso y, por ende, de la opinión pública.
 
Una de las principales dudas se suscita por la ausencia de estrellas en el firmamento lunar, siendo que éstas deberían ser perfectamente visibles.
Otro portal a la duda lo abren las fotografías que muestran huellas en la superficie de la luna, considerando que la potencia de los propulsores del cohete debiera haber barrido el polvo lunar.
 
Las fotografías en sí también han sido un motivo de cuestionamientos: ¿quién las tomó? ¿por qué aparecen diferentes tomas con el mismo fondo? o por qué gozan de gozan de tanta calidad, tanto en la definición como en el encuadre. Corre, incluso, la versión de que el cineasta Stanley Kubrick estuvo a cargo de la puesta.
 
Con argumentos más o menos convincentes, estos puntos han sido tratados extensivamente y con mayor rigor, pero vale la pena resaltar que la Unión Soviética felicitó a sus rivales norteamericanos por el gran salto para la humanidad que conllevaron esos primeros pasos de los astronautas en el satélite terrestre.
 
Pero a este propósito, 47 años después, deberíamos preguntarnos: ¿significó una mejora en la calidad de vida de las personas que los yanquis alcanzasen o no la Luna? ¿Redundó en una herramienta para paliar el hambre de los pueblos tanto despliegue de satélites y armamentos? En esto sí podemos aventurar algunas consideraciones.
 
José Pablo Feinmann atribuye la patraña a la necesidad de orquestar la puesta en marcha del Imperio Comunicacional que escribe todos los guiones.
 
La neurosis del poder, capaz de fagocitar culturas enteras, bien puede sacrificar credibilidad por efectismo, pero siempre necesita crear sus monstruos: ya no hay gigantescas serpientes insomnes, ni harpías, sirenas, Escila o Caribdis, ni tan siquiera comunistas; de modo que el enemigo es ese gigante dormido que está despertando y no le gusta lo que ve: el Islam es el nuevo cuco del Imperio y, para conjurarlo se valió de otro hecho igual de espectacular que el alunizaje: el atentado a World Trade Center, televisado a los ojos del mundo, sirvió con igual efectividad para justificar la masacre en Oriente Medio, que en el '69 para afirmar la supremacía norteamericana en la hegemonía mundial.
 
La verdad se encuentra tan matizada por las cámaras y los reflectores de Hollywood que resulta imposible verla sin encandilarse: la verdad, hoy, es un mito.
 
Por mi parte, me contento con otear la Luna y adhiero a Borges, cuando escribe:
Y, mientras yo sondeaba aquella mina
 
De las lunas de la mitología,
 
Ahí estaba, a la vuelta de la esquina,
 
La luna celestial de cada día.
 
Sé que entre todas las palabras, una
 
Hay para recordarla o figurarla.
 
El secreto, a mi ver, está en usarla
 
Con humildad. Es la palabra luna.”

Juan Bautista Martínez (Columnista)

¡Mhysa!


En el juego por el poder, se corre el riesgo de pensar que todas las piezas arrancan la partida en igualdad de condiciones, y todas con el mismo abanico de oportunidades de ganar. Se compara, muchas veces, a la política con el ajedrez; y lo cierto es que, uno se siente tentado de creérselo, pero lo dicho antes: no todas las piezas cuentan con las mismas chances de cara al juego. Y, muy importante, el poder no es un trofeo al que los contendientes se afanen por ganar, sino que, en verdad, se encuentra concentrado en unas pocas manos a las que es menester disputárselo.
 
Pero, aun contemplando estos detalles, la apreciación se queda corta: al poder también se lo construye, y es desde esas arquitecturas desde donde se entablan las lides. A más de cinco siglos de El Príncipe, Maquiavelo sigue vigente para cualquier mortal que se interese por la política, esto es: el arte de generar, transformar y/o disponer del poder, pero también de ser capaz de mantenerlo.
Pocas figuras de la política de las últimas décadas ha revelado mayor maquiavelismo, entendido éste como habilidad de gobierno, que Perón en sus dos primeras presidencias. Un movimiento político transformador, en torno a un militar de carrera: el peronismo nos ofrece, en esa sola frase, material suficiente para el análisis. Pero el verdadero símbolo del movimiento fue su señora esposa María Eva Duarte. Evita.
 
Nacida hija natural de Juan Duarte, a algunos kilómetros de Junín, Evita creció para convertirse en actriz de melodramas baratos, según escribiera Eduardo Galeano, pero decidió salirse de ese papel. Y adoptó el de aguerrida jugadora, en un juego falocrático y elitista, donde no se veía con buenos ojos que las mujeres pensaran y, mucho menos, que se metieran en política, a disputar poder.
El movimiento le debe a Eva su habilidad como oradora y su ferocidad al momento de desafiar a la oligarquía terrateniente y al cipayaje de a pata. Exigió lealtad a los trabajadores y los humildes, a los que llamó sus descamisados, a través de una concienciación de clase. Amadrinó a los trabajadores en sus luchas contra las patronales, y se granjeó el odio de muchos, por sus discursos incendiarios en contra de sus enemigos. No temió ninguna grieta: ella las abría, y, si la dejaban, clavaba estacas o las prendía fuego, con tal de mantener a raya a los adversarios. Metió el dedo en la llaga de una mansedumbre naturalizada por los poderosos, y dio por el suelo con las mentiras de unidad nacional, que sólo garantizaban el bienestar para los que más tenían, a costa del hambre de las mayorías.
 
Presa de un cáncer que degeneró su cuerpo, pero jamás su espíritu combativo, la muerte se la llevó a los 33 años, edad de los mártires si nos atenemos a la mitología cristiana, para dolor de una buena parte de los trabajadores y de las clases más humildes de nuestro país, y para regocijo de los cobardes acaudalados que no dudaban en graffittear su alivio, ni en sus últimos momentos.
 
Ni siquiera muerta dejó de inspirar temor en sus detractores: su cadáver fue robado y no se recuperó hasta muchos años después.
Desde nuestra perspectiva, podríamos afirmar que afortunadamente no vivió para sufrir el atentado a la Plaza de Mayo en el '55, ni el encierro de Perón en la isla Martín García, ni su querido movimiento proscrito y a sus descamisados perseguidos y masacrados. Pero sería faltar a la verdad: convertida en símbolo, Evita arengó a la juventud politizada de las décadas posteriores, y su semblante, siempre joven, es solaz y esperanza, pero también lucha, una lucha que está más viva que nunca ante el avance de la derecha más recalcitrante de todos los tiempos. La lucha contra los verdaderos dueños del poder, que hoy se pavonean sin tapujos.
 
Esta derecha no duda en vapulear a todo aquel que se sienta heredero de ninguna reina de los pobres. Derecha que, a poco de asumir, y en su afán de acallar por la fuerza lo que mediante el ingenio jamás podrá, mandó al muere, en un accidente, a 40 gendarmes que partieron de Salta a Jujuy, por pedido del indigno gobernador Morales, por las dudas. Aunque la jugada se le fue de las manos, redoblaron la apuesta apresando a la líder de la Organización Barrial Túpac Amarú, Milagro Sala, bajo el pretexto de que era peligrosa.
Con una impunidad que manda al orto cualquier fe en la legitimidad democrática, y que atenta contra la seguridad de todo el conjunto de la población, Milagro fue detenida, en primera instancia, por instigación a cometer delitos y tumultos en concurso real, contravención basada en el hecho de permanecer acampando en una plaza. Más adelante se le presentaron acusaciones por asociación ilícita agravada y de cometer fraude y perjuicio contra la administración pública, pero esto cae por su propio peso si tenemos en cuenta que Federico Stürzzenegger, uno de los responsables del mayor fraude financiero de nuestra historia, como fue el megacanje, se encuentra, a la vez, procesado por el mismo delito y presidiendo el Banco Central.
 
Todos sabemos que el verdadero delito de Milagro Sala es el de haber nacido indígena, pobre, mujer, y peronista. Bancó a Cristina Fernández desde un primer momento, y significó un verdadero grano en el culo para mucho capanga jujeño y porteño. Pero, no conforme con eso, llevó adelante, junto a su organización, una obra de infraestructura que sería la envidia de cualquier gobernante... si a alguno le importara. Construyó poder y empoderó a quienes nunca hubiesen soñado con una vida más digna. Semejante jugadora resulta intolerable, y si no la metieron presa antes fue por su amistad con Cristina.
Desde Enero languidece en una celda de Jujuy, buscan convertirla en un escarmiento, para que nadie se anime a levantar la cabeza y desafiar al orden. Borran los murales en su apoyo en Paraná y en La Plata, con la misma saña ciega con que antaño vivaran la enfermedad de Eva.
 
Hasta el día de hoy no perdonan a Eva. Y no perdonan a Cristina, ni a Milagro, ni perdonarán a ninguna mujer que intente seguir sus pasos. O tan siquiera sobresalir. Y tal, poniéndonos más quisquillosos, no toleran a las mujeres: esta semana que pasó y la anterior hubo manifestaciones por el derecho de amamantar en cualquier lugar. No es necesario que se fijen si hay dinosaurios recorriendo las calles, esto pasó en Julio de 2016. Aunque, de hecho sí haya dinosaurios recorriendo las calles, y en la Rosada, en fin...
Mientras, la discusión por el futuro del país pasa por una reunión del Presidente con Marcelo Tinelli, denostador de la mujer por excelencia.
 
En la saga de George R. R. Martin, y en su adaptación telvisiva, Juego de Tronos, el mundo patriarcal va menguando paulatinamente la testosterona, para dar lugar a las verdaderas protagonistas: Cersei Lannister, la reina loca; Olenna Tyrrell, la reina de las espinas; Ellaria Arena, la reina de las serpientes; Sansa Stark, la reina en el Norte... pero la legítima reina monta a lomos de dragón, rompe cadenas de opresión, y se llama Daenerys de la Tormenta. El paralelismo con Evita puede trazarse hasta en el peinado, como me sugería el amigo programador, pero, sobre todo, es en el fervor que le profesan los esclavos libertos, que claman por esa ¡mhysa!, esa madre (en lenguaje alto valyrio), donde el símil cobra más fuerza.
 
Hacia el final de sus días, Eva escribía su dolor ante un cuerpo que la traicionaba y ante una deuda que creía tener con su pueblo, por dejarlo a medio camino en una lucha que recién comenzaba. Cristina terminó su mandato y se despidió de su pueblo con una plaza multitudinaria, advirtiendo que la sociedad debía politizarse a pesar de las estructuras, sabiendo que la iban a perseguir. Milagro escribe desde la cárcel que está cansada, el encierro le quita las fuerzas y marchita su espíritu: es una guerrera, está hecha para la lucha, sin ella, vituperada y relegada al olvido, se consume como la llama de una vela. Su organización pierde una líder, y el pueblo un cuadro político.
 
El poder está más cada vez más concentrado, los medios, los empresarios, los políticos y el sistema judicial marchan a pies juntillas, pero a contramano del pueblo que, dicen, es el verdadero soberano. ¿Pero de qué vale una corona o una democracia, si no se tiene poder? Ya lo dijo la madre de pingüinos: construyan un frente cívico ciudadano, organícense.
 
El enemigo está aquí, igual que el invierno. Y nosotros no tenemos dragones, pero tenemos la política.
 
 
Juan Bautista Martínez (Columnista)