Déjenme contarles una historia, y para contarla
bien, primero hay que situarnos en espacio y tiempo.
En la ruta que conduce desde el pueblo de El Calafate hasta
el Glaciar
Perito Moreno, más precisamente a la altura del kilómetro 28, se
pasa frente a la Estancia Anita. Con sus más de 74.000 hectáreas es uno de los
establecimientos rurales más grandes de la provincia de Santa Cruz. Es, además,
una típica estancia patagónica: se dedicó desde sus comienzos (y sigue todavía
hoy dedicada) a la cría de ovejas y la explotación lanera. Se pueden ver desde
la ruta sus instalaciones, entre ellas el galpón de esquila, de chapa. Al
fondo, un cordón elevado, llamado Barrancas de Anita, en el que nidifican
cóndores.
En el año 1921, campesinos y obreros esquiladores
del sur extremo, compañeros del viento y el silencio, fueron fusilados por
soldados de Buenos Aires.
Eran tiempos de Yrigoyen, del primer gobierno
radical. Se los mataba porque hacían huelga.
Lo que pedían no era mucho: *100 pesos por mes de
salario, *que las instrucciones del botiquín de remedios no estuvieran en
inglés y *que se les entregara un paquete de velas por mes para poder
alumbrarse a la noche. Todo esto estaba escrito en un convenio firmado un año
antes por un representante del mismo gobierno que ahora los mandaba matar. Sólo
que los patrones no lo cumplieron nunca. Y cuando los obreros se quejaron ante
el gobierno porque no cumplían lo que se había pactado, el mismo gobierno que
había firmado el convenio los fusiló.
¿Quién ordenó tan tremenda represión? El gobierno
nacional, que respondió de esa manera rápida y enérgicamente al pedido del
gobierno inglés, que no podía tolerar que los intereses de sus súbditos se
vieran afectados. Y las estancias de la Patagonia eran de los ingleses.
Nadie se hizo cargo de estos asesinatos.
Varela, el militar enviado por el gobierno, dijo que
“había cumplido las
órdenes que el Señor Presidente le había dado” y que “no
había nada que investigar”.
En la lejana Buenos Aires la oposición pidió
explicaciones, pero no las obtuvo y fue imposible que el Congreso formara una
comisión para investigar los fusilamientos.
Los anarquistas libertarios siguieron reclamando,
hasta que uno de ellos, el alemán Kurt Wilkens mató con una bomba y varios
balazos a Varela, luego fue encarcelado y asesinado en la cárcel; los compañeros
de Wilkens, finalmente, mataron al carcelero que lo había matado.
Y aquí se termina (o eso dicen) esta serie de
muertes trágicas, que empezaron el 7 de diciembre de 1921, en la Estancia
Anita, en el lejano Oeste de Santa Cruz, muy cerca de la eterna y helada
custodia del Glaciar Perito Moreno, que todavía no era la meca del turismo que
constituye hoy en día.
Para que entendamos hoy esta historia real, ocurrida
cien años atrás, no hace falta demasiada información adicional. Porque a pesar
de haber pasado un siglo ya, estamos más cerca de lo que se cree de revivir
estos tiempos violentos.
Como habrán oído, los poderosos patrones anglo
argentinos, aliados con el gobierno inglés, presionaron al gobierno nacional que,
por otro lado, dependía en gran medida de las libras esterlinas que le aportaban
dichas patronales, y pudieron más (fueron más fuertes) que el acuerdo que el
propio gobierno nacional había firmado el año anterior, asesinando a más de
1500 campesinos y obreros argentinos en el camino, a modo de escarmiento.
Era justo el reclamo, porque el acuerdo había sido firmado
por el Gobierno Nacional, lo que lo hacía legal, además de su legitimidad nata.
¿Les suena de algo esto? ¿Y si en lugar de libras
esterlinas, dijera dólares? ¿Y si en lugar de poderosos patrones, dijera poderosas
multinacionales? ¿Y si en lugar de gobierno inglés, dijera Corporaciones Estadounidenses?
La Patagonia sigue en manos extranjeras, cada vez
más alienada y colonizada, no sólo por los ingleses, sino también por su ex
colonia heredera, los Estados Unidos de Norteamérica. Ese terruño tan anhelado
por los vendepatrias y sus cipayos entreguistas, cada vez más encantados por la
publicidad hollywoodense.
Hoy escuchamos muchos discursos hermosos sobre libertad
y optimización económica, sobre honestidad y transparencia, sobre intromisiones
estatales innecesarias en los mercados.
Pero son sólo eso, palabras hermosas, palabras
baratas (dirían los redondos), SALIDAS DE LAS MISMAS VOCES, EN DISTINTAS BOCAS.
Las mismas voces que operaron para ponernos de rodillas, primero con un paquete
de medidas cuasi-esclavistas, impuestas a la fuerza, por un gobierno militar,
financiado por la superpotencia del norte.
Luego, con la Ley de Convertibilidad, ese canto de
sirena que aún resuena en muchas memorias como un eco que dice “UNO A UNO”.
Después, con el tristemente célebre “Corralito”
¿se acuerdan? La medida de restricción de la libre
disposición de dinero en efectivo de plazos fijos, cuentas corrientes y cajas de ahorros, impuesta por el Ministro de Economía (Domingo
Felipe Cavallo) el 1 de diciembre de 2001.
El mismo sujeto que, desempeñando el mismo cargo, diez años antes, había creado
y propuesto la Ley de Convertibilidad.
De yapa, y a modo de cierre,
les cuento que todo el equipo que participó de la película, se tuvo que exiliar
durante el “Proceso de Reorganización Nacional”, y el gobernador
de Santa Cruz (lugar donde se filmó) fue encarcelado durante 6 años, por
permitir dicha filmación en su provincia.
Lo que llama la atención
es que entre 1921 y 1976 pasaron 55 años.
¿Qué necesidad tenía la Junta
Mililtar de tomar estas medidas?
La misma necesidad que
la de los fusileros de campesinos y obreros, escarmentar, amedrentar y
aterrorizar a quienes se atrevieran a reclamar justicia, salarial, civil y de cualquier
otra índole.
Porque el miedo es el
motor del Poder, si uno deja de temer, deja de someterse mansamente; y eso, querida
audiencia, es peligroso.
Peligroso para los
grandes mercados que necesitan abaratar costos permanentemente, y para ello, pagan
sueldos de hambre, arman golpes de Estado, asesinan presidentes constitucionales
y orquestan cuanta medida “haga falta”, por inescrupulosa que sea, para
cooptar toda aspiración de soberanía en estas tierras.
No hace falta que crean
lo que dice este humilde reportero, como siempre decimos, basta con que
sigan al dinero.
¿Dónde fue a parar la
plata que se pidió al FMI en el 2018?
Si no se invirtió en
desarrollo industrial ni en infraestructura vial, edilicia, o en ningún otro
proyecto público, ¿dónde está esa plata? Porque les cuento que la tenemos que
pagar todos eh… Vos, yo, el carnicero, la docente, el albañil, la remisera. TODOS
LA TENEMOS QUE PAGAR (como pagamos, en 2006, la del Correo Argentino nacionalizada
por Cavallo).
Los que fusilaron a
1500 campesinos y obreros argentinos en nuestro Sur hace 100 años, los que encarcelaron
al Gobernador de Santa Cruz hace 45, los que aplicaron la Ley de Convertibilidad
hace 30 y el Corralito hace 20 (además de nacionalizar una deuda privada –
la de correo argentino – que también tuvimos que pagar todos los argentinos)
los que pidieron US$ 50 mil millones al Fondo y la fugaron hace 3
años y medio, y los que ahora se autodenominan LIBERTARIOS, cargando de
violencia, odio e indignación a la ciudadanía, mientras prometen cambios
radicales positivos para todo el mundo, SON LOS MISMOS, PERO EN DISTINTOS
CUERPOS.
LOS MISMOS INTERESES, LOS
MISMOS MOTIVOS, LOS MISMOS PARADIGMAS, LAS MISMAS ORGANIZACIONES y (me arriesgo
a decir) que LAS MISMAS FAMILIAS.
Elke Joso. Columnista
No hay comentarios.:
Publicar un comentario