viernes, 10 de diciembre de 2021

 




Déjenme contarles una historia, y para contarla bien, primero hay que situarnos en espacio y tiempo.

 

En la ruta que conduce desde el pueblo de El Calafate hasta el Glaciar Perito Moreno, más precisamente a la altura del kilómetro 28, se pasa frente a la Estancia Anita. Con sus más de 74.000 hectáreas es uno de los establecimientos rurales más grandes de la provincia de Santa Cruz. Es, además, una típica estancia patagónica: se dedicó desde sus comienzos (y sigue todavía hoy dedicada) a la cría de ovejas y la explotación lanera. Se pueden ver desde la ruta sus instalaciones, entre ellas el galpón de esquila, de chapa. Al fondo, un cordón elevado, llamado Barrancas de Anita, en el que nidifican cóndores.

 

En el año 1921, campesinos y obreros esquiladores del sur extremo, compañeros del viento y el silencio, fueron fusilados por soldados de Buenos Aires.

Eran tiempos de Yrigoyen, del primer gobierno radical. Se los mataba porque hacían huelga.

 

Lo que pedían no era mucho: *100 pesos por mes de salario, *que las instrucciones del botiquín de remedios no estuvieran en inglés y *que se les entregara un paquete de velas por mes para poder alumbrarse a la noche. Todo esto estaba escrito en un convenio firmado un año antes por un representante del mismo gobierno que ahora los mandaba matar. Sólo que los patrones no lo cumplieron nunca. Y cuando los obreros se quejaron ante el gobierno porque no cumplían lo que se había pactado, el mismo gobierno que había firmado el convenio los fusiló.

 

¿Quién ordenó tan tremenda represión? El gobierno nacional, que respondió de esa manera rápida y enérgicamente al pedido del gobierno inglés, que no podía tolerar que los intereses de sus súbditos se vieran afectados. Y las estancias de la Patagonia eran de los ingleses.

 

Nadie se hizo cargo de estos asesinatos.

Varela, el militar enviado por el gobierno, dijo que “había cumplido las órdenes que el Señor Presidente le había dado” y que “no había nada que investigar”.

 

En la lejana Buenos Aires la oposición pidió explicaciones, pero no las obtuvo y fue imposible que el Congreso formara una comisión para investigar los fusilamientos.

Los anarquistas libertarios siguieron reclamando, hasta que uno de ellos, el alemán Kurt Wilkens mató con una bomba y varios balazos a Varela, luego fue encarcelado y asesinado en la cárcel; los compañeros de Wilkens, finalmente, mataron al carcelero que lo había matado.

 

Y aquí se termina (o eso dicen) esta serie de muertes trágicas, que empezaron el 7 de diciembre de 1921, en la Estancia Anita, en el lejano Oeste de Santa Cruz, muy cerca de la eterna y helada custodia del Glaciar Perito Moreno, que todavía no era la meca del turismo que constituye hoy en día.

 

Para que entendamos hoy esta historia real, ocurrida cien años atrás, no hace falta demasiada información adicional. Porque a pesar de haber pasado un siglo ya, estamos más cerca de lo que se cree de revivir estos tiempos violentos.

 

Como habrán oído, los poderosos patrones anglo argentinos, aliados con el gobierno inglés, presionaron al gobierno nacional que, por otro lado, dependía en gran medida de las libras esterlinas que le aportaban dichas patronales, y pudieron más (fueron más fuertes) que el acuerdo que el propio gobierno nacional había firmado el año anterior, asesinando a más de 1500 campesinos y obreros argentinos en el camino, a modo de escarmiento.

Era justo el reclamo, porque el acuerdo había sido firmado por el Gobierno Nacional, lo que lo hacía legal, además de su legitimidad nata.

 

¿Les suena de algo esto? ¿Y si en lugar de libras esterlinas, dijera dólares? ¿Y si en lugar de poderosos patrones, dijera poderosas multinacionales? ¿Y si en lugar de gobierno inglés, dijera Corporaciones Estadounidenses?

La Patagonia sigue en manos extranjeras, cada vez más alienada y colonizada, no sólo por los ingleses, sino también por su ex colonia heredera, los Estados Unidos de Norteamérica. Ese terruño tan anhelado por los vendepatrias y sus cipayos entreguistas, cada vez más encantados por la publicidad hollywoodense.

 

Hoy escuchamos muchos discursos hermosos sobre libertad y optimización económica, sobre honestidad y transparencia, sobre intromisiones estatales innecesarias en los mercados.

Pero son sólo eso, palabras hermosas, palabras baratas (dirían los redondos), SALIDAS DE LAS MISMAS VOCES, EN DISTINTAS BOCAS. Las mismas voces que operaron para ponernos de rodillas, primero con un paquete de medidas cuasi-esclavistas, impuestas a la fuerza, por un gobierno militar, financiado por la superpotencia del norte.

Luego, con la Ley de Convertibilidad, ese canto de sirena que aún resuena en muchas memorias como un eco que dice “UNO A UNO”.

Después, con el tristemente célebre “Corralito” ¿se acuerdan? La medida de restricción de la libre disposición de dinero en efectivo de plazos fijoscuentas corrientes y cajas de ahorros, impuesta por el Ministro de Economía (Domingo Felipe Cavallo) el 1 de diciembre de 2001. El mismo sujeto que, desempeñando el mismo cargo, diez años antes, había creado y propuesto la Ley de Convertibilidad.

 

De yapa, y a modo de cierre, les cuento que todo el equipo que participó de la película, se tuvo que exiliar durante el “Proceso de Reorganización Nacional”, y el gobernador de Santa Cruz (lugar donde se filmó) fue encarcelado durante 6 años, por permitir dicha filmación en su provincia.

Lo que llama la atención es que entre 1921 y 1976 pasaron 55 años.

¿Qué necesidad tenía la Junta Mililtar de tomar estas medidas?

La misma necesidad que la de los fusileros de campesinos y obreros, escarmentar, amedrentar y aterrorizar a quienes se atrevieran a reclamar justicia, salarial, civil y de cualquier otra índole.

Porque el miedo es el motor del Poder, si uno deja de temer, deja de someterse mansamente; y eso, querida audiencia, es peligroso.

Peligroso para los grandes mercados que necesitan abaratar costos permanentemente, y para ello, pagan sueldos de hambre, arman golpes de Estado, asesinan presidentes constitucionales y orquestan cuanta medida “haga falta”, por inescrupulosa que sea, para cooptar toda aspiración de soberanía en estas tierras.

 

No hace falta que crean lo que dice este humilde reportero, como siempre decimos, basta con que sigan al dinero.

¿Dónde fue a parar la plata que se pidió al FMI en el 2018?

Si no se invirtió en desarrollo industrial ni en infraestructura vial, edilicia, o en ningún otro proyecto público, ¿dónde está esa plata? Porque les cuento que la tenemos que pagar todos eh… Vos, yo, el carnicero, la docente, el albañil, la remisera. TODOS LA TENEMOS QUE PAGAR (como pagamos, en 2006, la del Correo Argentino nacionalizada por Cavallo).

 

Los que fusilaron a 1500 campesinos y obreros argentinos en nuestro Sur hace 100 años, los que encarcelaron al Gobernador de Santa Cruz hace 45, los que aplicaron la Ley de Convertibilidad hace 30 y el Corralito hace 20 (además de nacionalizar una deuda privada – la de correo argentino – que también tuvimos que pagar todos los argentinos) los que pidieron US$ 50 mil millones al Fondo y la fugaron hace 3 años y medio, y los que ahora se autodenominan LIBERTARIOS, cargando de violencia, odio e indignación a la ciudadanía, mientras prometen cambios radicales positivos para todo el mundo, SON LOS MISMOS, PERO EN DISTINTOS CUERPOS.

LOS MISMOS INTERESES, LOS MISMOS MOTIVOS, LOS MISMOS PARADIGMAS, LAS MISMAS ORGANIZACIONES y (me arriesgo a decir) que LAS MISMAS FAMILIAS.

Elke Joso. Columnista

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