miércoles, 7 de septiembre de 2016

Saudade, Mr. Hyde y los verdugos


Por el camino hasta perdimos el derecho de llamarnos 'americanos' (...) nosotros habitamos una Sub-América, una América de segunda categoría: es América Latina, la región de las venas abiertas”.
La sentencia que Eduardo Galeano emite en la introducción a su obra magna, maquillada esta vez por las formas burocráticas, se reproduce por estos días en el vecino país brasilero. Con 61 votos a favor y 20 en contra, se consumó el golpe institucional que destituyó a la Primera Mandataria, re-electa por la vía democrática, en el año 2014.
Esta reafirmación, paulatina pero implacable, de la derecha al Sur del Río Bravo, sentó precedente en Junio de 2009, con el golpe militar a Manuel Zelaya, en Honduras; y no se detuvo más, llevándose por delante a Fernando Lugo, en Paraguay y ahora a Dilma en Brasil. Intentando, por el camino, deponer a Rafael Correa, en Ecuador, a Evo Morales en Bolivia y a Hugo Chávez primero y a Nicolás Maduro después, en Venezuela. Sin descontar a los que lo consiguieron por la vía democrática, como Peña Nieto en México y, en nuestro país, el hijo bobo de Franco Macri.
Subidos a un proceso de investigación acerca de los fondos de la Petrobras, que salpicaba de corrupción a varios funcionarios del Partido de los Trabajadores, con el cinismo que les caracteriza en cualquier suelo, fogoneados por los principales medios de comunicación, y utilizando la doble moral y el doble discurso para con la crapulencia propia; los sectores más conservadores del espectro político brasileño iniciaron una campaña diz que anti-corrupción, que acabó en una fantochada jurídica, legal pero ilegítima, para dar por tierra con un proyecto político inclusivo y muy complejo, que se encontraba atravesando una meseta económica con un cierto riesgo de caer en recesión.
Bajo el discurso de mejorar la economía, el PMDB, llega al poder de manera espúrea, como lo hiciera en 1985, buscando aprobar una serie de ajustes que castigará a los sectores más vulnerables de la sociedad, como sucede con esta suerte de medidas, aplíquense donde se apliquen.
El 12 de Mayo se llevó a cabo el primer acto de la opereta golpista, suspendiendo a Dilma del ejercicio de su cargo y elevando al vernáculo Michel Temer, entonces vicepresidente, al puesto que no pudo conseguir en las urnas dos años antes. Este 31 de Agosto, muchos latinoamericanos nos desayunamos la triste noticia de que el impechment -a.k.a. juicio político- contra la compañera Dilma Rousseff era aprobado, con su consecuente destitución. En el medio pudieron escucharse proclamas reaccionarias pidiendo actuar en nombre de “Dios, la familia y la Patria”, o directamente clamando la injerencia de las fuerzas militares para dirimir el entuerto.
Hablar de bien y mal en el terreno de la política resulta, cuanto menos, pueril. Sobre todo si tenemos en cuenta que se trata de relaciones humanas, y en nuestra naturaleza no hay lugar para tales conceptos absolutos. Más, teniendo en cuenta que se trata de construcciones que obedecen a diversos factores y contextos históricos y sociales. Advertidos de esto, sin caer en el maniqueísmo, quisiera establecer una analogía entre el desafío que han tenido -y tienen- por delante los gobiernos progresistas de la región, con la historia del Dr. Jekyll y Mr. Hyde. El protagonista de la novela de Robert Luis Stevenson, es un científico taciturno que busca aislar la maldad humana, y lo consigue con una fórmula que lo transforma en el repugnante Sr. Hyde, un ser de maldad absoluta que acaba dominando la psiquis del Dr. Jekyll. La razón de este triunfo por parte de su siniestra personalidad, se debe a que el alma, según explica el asolado protagonista, es un terreno en constante tensión entre lo bueno y lo malo, por ende, su brebaje halla el terreno abonado y copa por entero a su huésped.
Diré que nos ponemos didácticos, y ubicaremos a los gobiernos progresistas y populistas en la senda “del bien”, fundándome en el conjunto de medidas a favor de los trabajadores y de las clases desvalidas y en perjuicio de los monopolios y oligopolios; y a la derecha reaccionaria, del lado “del mal”, en su defensa del status quo. Ahora bien, en la práctica esto es una utopía, por dos razones: en primer lugar, por tratarse la política del arte de buscar consenso, los gobiernos progresistas se ven en la obligación de negociar, con la derecha, muchas de sus políticas. Es el precio a pagar y la condición por pertenecer al capitalismo neoliberal. Se juega con sus reglas... o se cambian éstas de una vez. En segundo lugar, nunca faltan -muchas veces hasta sobran- elementos negativos dentro del propio movimiento, que dañan al conjunto más que los ataques furibundos de los ajenos. Por caso, los funcionarios sospechados de manejos ilícitos, dentro del PT, sirvieron para apuntalar una acusación menor contra la Presidente de Brasil que, inflada por los medios de comunicación, degeneró en un golpe blando que le costó su mandato.
Las izquierdas ortodoxas, mientras tanto, se desgañitan llamando a la revolución desde sus smartphones, sin intención real ni voluntad de llevarla a cabo. Critican a los gobiernos populistas, pero no ofrecen una alternativa de peso: en sí, horadan más de lo que construyen.
Venezuela, Ecuador y Bolivia, retiraron a los embajadores y demás funcionarios del gigante sudamericano, en un aplaudible gesto de solidaridad con Dilma. Cristina Fernández hizo circular una carta urgente a Lula Da Silva, fundador del Partido de los Trabajadores, expresándole su preocupación por volver a ver a Latinoamérica como “laboratorio de la derecha más extrema”.
Macri y Cambiemos, en su coherencia, legitiman el golpe. Lo esperanzador, dentro del bajón general, es que se legitima una herramienta que puede darse vuelta y aplicarles el correctivo a ellos mismos. Lo terrible es que la democracia, de este modo, pierde el poco peso que le queda.
Dejando de lado, por un momento, el aspecto ilegítimo, el discurso de la derecha es el mismo en todos lados: lucha contra la corrupción, defensa de las instituciones, sinceramiento de la economía, etc.. Pero nunca admiten la corrupción de los miembros de sus filas, se cagan en las instituciones democráticas y ajustan la economía como unos necios, buscando rédito económico inmediato, a costa del hambre de los pueblos. Son de manual. Pero también lo es la gente que se traga estos embustes. Sin ir más lejos, en nuestro país tenemos un presidente que, además de empresario corrupto, se encontraba, al momento del triunfo electoral, procesado por contrabando de autopartes y escuchas ilegales a familiares de víctimas del atentado a la AMIA: porque la gente estaba cansada de la corrupción. ¿La lógica? Te la debo, no estoy en tema.
Nicolás Maquiavelo, advertía que un gobernante nuevo debía deshacerse de todos sus enemigos, ni bien llegara al poder, rápidamente y sin darle tiempo de recuperar fuerzas. En esto la derecha tiene mucha más experiencia que cualquiera: una vez ungidos, jamás les ha temblado el pulso para perseguir a quienes piensan radicalmente distinto, ganarse a los fronterizos e inutilizar a los demás. Macri y Temer lo están haciendo: el golpe recibido, tanto por el FPV como por el PT, ha hecho estragos en sus filas.
Los medios cómplices, en ambos países, callan cualquier manifestación en repudio a las medidas devaluadoras, de flexibilización laboral y de apertura irrestricta de las importaciones. Exacerban cualquier indicio de corrupción de las gestiones anteriores, y ocultan los escándalos de sus representados.
La situación, desde una perspectiva panorámica es desoladora. Existe, en portugués, una palabra que no tiene traducción, pero que habla de la nostalgia, la melancolía, la tristeza por la falta de alguien o de algo: saudade. “Saudade, ¿qué será? Yo no sé la he buscado...”, dice Pablo Neruda. Saudade por Néstor. Saudade por Chávez. Saudade por Zelaya. Saudade por Lugo. Saudade por Fidel. Saudade por Cristina. Saudade por Dilma. Saudade por el sueño de la Patria Grande, transformado en pesadilla por propios y ajenos.
Por estos días, vuelve a circular por las redes una fotografía de Dilma Rousseff, a sus veintipocos, en medio de un juicio propiciado por las fuerzas militares, durante la última dictadura brasileña. En ella se la ve con la mirada desafiante y la entereza que sólo pueden presentar los espíritus fuertes, cuando saben que tienen la verdad de su lado. La página web de La Garganta Poderosa, recalcaba la misma fortaleza que se repetía en la mirada de la Presidente, de cara a sus ejecutores políticos, el pasado Miércoles. Dicha imagen recuerda el final del poema de Giordano Bruno a sus verdugos, cuando les dice:
Más, basta, yo os aguardo, dad fin a vuestra obra/
cobardes, ¿qué os detiene? ¿teméis al porvenir?/
Ah, tembláis, es porque os falta, la fe que a mi me sobra/
Miradme, yo no tiemblo, y soy quien va a morir.”
Juan Bautista Martínez
Referencias:
- Un millón de niños en el ojo de la tormenta – Eduardo Galeano
- El misterioso caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde – Robert Luis Stevenson

Dios te faje, María


« Dominique-nique-nique marchaba con toda sencillez
Caminante pobre y cantando
En todos los caminos, en todos los lugares, sólo habla del Buen Dios
Sólo habla del Buen Dios. »
[Sor Sonrisa]
Existe un condicionante, sine qua non, para establecer un debate: un terreno común donde desplegar los argumentos de uno y otro punto de vista. Cuando, por el motivo que sea, no puede garantizarse dicho escenario, existen entonces declaraciones de intenciones que no lograrán conciliar ni una coma. No tanto por las diferencias intrínsecas o extrínsecas, sino porque, sencillamente, aparecen como pertenecientes a realidades paralelas.
Esto pasa cuando, por ejemplo, se pretende debatir los argumentos de la retórica cristiana fuera del terreno de la fe. El sentido común, para esta retórica, por ser común, asequible al vulgo, se halla vedado, y es comprensible que así sea: a la luz de la razón, de la lógica, de la filosofía y de otra cualquiera de las facetas de la inteligencia humana, el relato fantástico de los intermediarios de Cristo no resiste ni el análisis más simple.
A esto remiten las declaraciones de Monseñor Puiggari y del Presbítero Bonnin, cuando instan a la sociedad a contemplar el oprobio carmelitano -a raíz del allanamiento del convento de Nogoyá, el pasado Jueves 25/08- en perspectiva: como propios de una cultura cerrada a cal y canto y oculta a la vista de los curiosos, y superviviente a avances y retrocesos en las sociedades, como reliquia del medioevo.
En cuanto institución a la vanguardia de la censura y el ocultamiento -aún a Siglo XXI de la era cristiana-, la Iglesia Católica, a través de sus voceros, salió al cruce del operativo policial y de sus resultados, alegando premura de parte de las autoridades, actuando éstas como piezas de un entramado conspirativo para desprestigiarla; evitando, al huir por esa tangente, pronunciarse acerca de las prácticas flagelantes que son ingrediente identitario de la comunidad carmelita.
Sin ánimo de fundarme enteramente en Nietzsche -lo que sería muy cómodo, dado el marco teórico y el sondeo histórico que el filósofo realiza a lo largo de todas sus obras y, sobre todo, en El Anticristo-, es preciso señalar un aspecto curioso: el sentido de trascendencia de la fe cristiana, y, por antonomasia la católica, está dado por el milagro de la resurrección de Jesucristo y el perdón de los pecados. Sin embargo, la figura del Mesías que más abunda en los templos del catolicismo, lejos de ser la del redivivo redentor, es la del Cristo crucificado, azotado y clavado a la cruz, con las heridas en llaga viva. Hacer hincapié en el perdón y el amor al prójimo, mientras subyace el dolor, la violencia y la vergüenza de la cruz, se traduce en odio por el cuerpo y por las necesidades y placeres que éste supone.
La categoría alma tiene un lugar privilegiado en la retórica cristiana, que se basa en la salvación de la misma; y en el imaginario colectivo reproduce este lugar de primacía, a salvo de cuestionamientos y de definiciones. El pensador estadounidense del siglo XIX, Ambrose Bierce, en su reconocido diccionario, afirmaba del alma: “Entidad espiritual que ha provocado recias controversias. Platón sostenía que las almas que en una existencia previa (anterior a Atenas) habían vislumbrado mejor la verdad eterna, encarnaban en filósofos. Platón era filósofo. Las almas que no habían contemplado esa verdad animaban los cuerpos de usurpadores y déspotas. Dionisio I, que amenazaba con decapitar al sesudo filósofo, era un usurpador y un déspota. Platón, por cierto, no fue el primero en construir un sistema filosófico que pudiera citarse contra sus enemigos; tampoco fue el último. 'En lo que atañe a la naturaleza del alma' dice el renombrado autor de Diversiones Sanctorum, 'nada ha sido tan debatido como el lugar que ocupa en el cuerpo. Mi propia opinión es que el alma asienta en el abdomen, y esto nos permite discernir e interpretar una verdad hasta ahora ininteligible, a saber: que el glotón es el más devoto de los hombres. De él dicen las Escrituras que «hace un dios de su estómago» (...)'.
George Bernard Shaw, advertía a este respecto: “Ahora ya sabemos que el alma es el cuerpo y el cuerpo es el alma. Nos dicen que son diferentes porque quieren convencernos que podemos quedarnos con nuestras almas si los dejamos esclavizar nuestros cuerpos.”
No sorprende, entonces, que el Presbítero Bonnin presentara, este Viernes pasado, un decálogo para justificar la realidad en el convento, con la clásica costumbre de utilizar un lenguaje altisonante para terminar diciendo nada concreto.
En primer lugar, aduce que la realidad intramuros es necesariamente desconocida, tanto para propios como para ajenos. Su vocación es un misterio para el hombre de hoy. Con esto podemos considerar: a) que esa vocación responde a un período de la humanidad desfasado del tiempo común a todos los demás mortales; y b) que dicha vocación es un misterio por razones ultraterrenas. En todo caso, nosotros somos simples mortales, ávidos de novedades y de morbo, seamos francos, y toda esta problemática se nos presenta inaccesible para nuestros sentidos y nuestra comprensión.
En segundo lugar, estas prácticas se encuentran legalizadas mediante las reglas “de 1990” y “de 1991”. Una más austera y férrea que la otra, pero ambas legitimadas por El Vaticano, por su “eficacia para llevar a muchas almas a la santidad”. Acá nos encontramos nuevamente -y no será por última vez, os lo juro-, con razones de índole ultraterrena. Dado por un manifiesto conocimiento, de parte de las autoridades eclesiásticas, del destino de las almas al finalizar el ciclo vital. Sin duda que contar con data tan privilegiada, en nuestra sociedad de la información, asegura el ara desde la que despotrican contra el mundo.
Respecto del tema de la clausura, el presbítero aclara que las religiosas que ingresan, además de hacerlo por propia voluntad, pueden irse cuando quieran. A este propósito, dos cuestiones: la primera, tiene que ver con esa supuesta voluntad para abandonar la orden, y que se presenta análoga a la situación de las mujeres maltratadas, que no abandonan a los maridos golpeadores por más libertad que para hacerlo posean; pero ¿dónde queda la voluntad? La segunda, me retrotrae a la homilía de una misa de niños a la que asistí en mi infancia; en ella, el sacerdote, tratando el tema de la solidaridad, invitaba a los presentes a ser solidarios con quien tuviéramos cerca, recalcando lo fácil que resulta ser solidarios con los malnutridos y enfermos del África, y lo dificultoso que nos resulta tener un buen gesto con el vecino necesitado. En una lectura sobre la posmodernidad, Beatriz Sarlo toca el tema del hiperindividualismo de manera similar a la del sacerdote en su prédica dominical. A esto, opinión personal, se reduce la piedad de las hermanas de clausura: abstraerse del mundo real y de cualquier intento de incidir positivamente en él, a cambio de la tranquilidad del claustro.
La situación de los castigos corporales, razón del cuarto inciso del decálogo presbiteriano, es el quid de la cuestión. En primer lugar, es necesario separar la cuestión de la austeridad del bondage carmelitano. El consumismo desmedido es uno de los pilares del neoliberalismo voraz en que nos movemos cotidianamente; de esta suerte, resistir y llevar un modo de vida austero, puede considerarse una práctica contestataria. Ahora, el tema de los castigos corporales, autoinfligidos o proporcionados por terceros, no tiene asidero en las parábolas de Jesús (como casi toda la parafernalia religiosa, si nos ponemos estrictos), sino, para el presbítero Bonnin, en las cartas del converso Saulo de Tarso, a.k.a. San Pablo, donde manifiesta la necesidad de castigarse para brindarle un fundamento incuestionable a su prédica. El desprecio del cuerpo, de los instintos, de los placeres y los deseos humanos, todos instrumentos del Diablo, llega a lo que, en cualquier otro ámbito de la realidad, puede considerarse una patología psíquica. El límite, sin embargo, según determinó Bonnin, es la preservación de la salud mental y psicológica. No se desesperen, la lógica queda fuera de juego en estas consideraciones, como advertía al inicio. Monseñor Puiggari, encubridor de los curas pedófilos Ilarraz y Moya, nos tranquiliza diciéndonos que las hermanas sólo se autoflagelaban los Viernes. El potro quedaba para los Martes y Jueves...
La siguiente razón en el decálogo, es la de la obediencia. Ésta, se basa en que la voz de las Superioras es, en este caso, la voz de Jesús. Aquí entra en escena, nuevamente, las ideas de voluntad y libertad. Ambas al servicio de una obediencia que tiene como límite el transformarse en dominación. Que lo diga un representante de la Iglesia Católica suena ampuloso y poco creíble, dado el carácter autoritario con que actúan en la sociedad; y más en una sociedad como la nogoyaense, fundada en la fe del Carmelo. Tengamos presente que la dominación no siempre es formal y escrita, y muchas veces -por caso la eclesiástica- presenta caracteres implícitos en la vida y las costumbres de un pueblo.
La Santa Inquisición, una serie de instituciones dedicadas a combatir la herejía (del griego herético, es decir libre), la brujería y castigar a los impíos, fue fundada en la ciudad de Lánguedoc, al sur de Francia, en el siglo XIII de la era cristiana, y fue responsable de los mayores genocidios de la humanidad, aún antes de Hitler (al que la Iglesia bendijo, por otra parte); y se mantuvo, como institución, hasta la década del '60 del siglo pasado, es decir: hasta hace apenas medio siglo. Dicha institución no precisó jamás pruebas concretas de los condenados a la hoguera, la horca, la tortura y el desmembramiento. Bonnin y Puiggari criticaron la celeridad con que la Justicia actuó al respecto, y desconocieron a consciencia que la denuncia se fundaba en una investigación de dos años, realizada por el periodista Daniel Enz, para la revista de corte político-amarillista Análisis. Sin embargo se atienen, como debe ser, al principio de inocencia contemplado por nuestra Constitución Nacional y vigente, al menos, en lo teórico. Es decir, los voceros del episcopado critican las mismas leyes en las que se amparan. Si remarco esto no es porque considere incuestionable a las leyes, sino por la endeble defensa del horror que esgrimen los prelados.
Reconociendo que puedan existir monasterios donde los principios carmelitas no son bien vividos, Bonnin pone el acento y la carga de responsabilidad en los defectos y pecados humanos, más que en la legislación vigente. Apelando a la ironía: si usted no quiere golpearse o torturarse, hambrearse o prescindir del agua y del jabón, se debe a que es usted un/a pecador/a, y más le vale irse derecho al Infierno y dejar de molestar aquí.
En el caso de abuso de autoridad por parte de las figuras al mando del monasterio, dice el presbítero, es bueno que la autoridad eclesiástica competente pueda intervenir. A priori parece razonable, más si profundizamos, salta a la vista la cuestión del encubrimiento que este tipo de autoridades han ejercido sobre sus subalternos en toda época y lugar. El crimen sollicitationis, es un decreto vaticano, ratificado por el entonces cardenal Ratzinger (hoy ex-Papa), el cual postula que, ante los hechos de abuso de menores por parte de miembros del cuerpo de la Iglesia, sean estos mantenidos en secreto, diz que para ser revisados por las autoridades eclesiásticas antes que por la legislación civil, y que no se produzcan escándalos que salpiquen de ignominia a la Institución. ¿Por qué creerles entonces que su intervención es garantía de justicia? Más aún, estando en conocimiento de los ultrajes físicos y psicológicos puertas adentro del convento, so pretexto de que es parte de dicha cultura.
En el caso de haber existido realmente, Jesús de Nazareth no dejó escritos propios de su doctrina. Su legado oral ha sido, sin embargo, a lo largo de los siglos, bastante claro y contundente: amáos los unos a los otros como a uds. mismos. Sus principales críticas estuvieron dirigidas a los modos de vida enraizados en la abundancia y la desigualdad, y a las organizaciones religiosas judías de esa época. Fue Justiniano, emperador romano de los siglos V y VI, quien le dio cuerpo e institucionalidad a la Iglesia como se la conoce hoy en día, análoga en muchos aspectos a aquellas organizaciones que disgustaron al Mesías. Decir que los miembros de la misma, llevan una práctica de vida similar a su Fundador, es como afirmar que mantener todas las lámparas encendidas reducirá el costo del servicio eléctrico. Sin embargo, lo afirman.
Para finalizar su decálogo, la Iglesia (y se encarga de afirmar que nadie más que ella) desea que los monasterios sean lugares de felicidad y alegría. Y que quienes se hallan sentido heridos por el mal proceder de sus miembros, hallen pronta sanación y paz. A este respecto, cito al Nietzsche de Más allá del bien y del mal, cuando sentencia que: “no es su amor a los hombres, sino la impotencia de su amor a los hombres lo que les impide a los cristianos de hoy... quemarnos a nosotros”.
No es necesaria una campaña anti-católica y ateísta, para nada: como vemos, se flagelan solos. Y solas.
Juan Bautista Martínez
Referencias:
- “El Anticristo” - Friedrich Nietzsche
- “Más allá del bien y del mal” - Friedrich Nietzsche
- “Humano, demasiado humano” - Friedrich Nietzsche
- “La genealogía de la moral” - Friedrich Nietzsche
- “El diccionario del Diablo” - Ambrose Bierce
- “En qué mundo vivimos” - Gustavo Santiago

viernes, 12 de agosto de 2016

CASA AUSTERA



La mejor manera de evitar que un prisionero escape, es asegurarse de que nunca sepa que está en prisión.”
 
Nietzsche afirma que Dostoyevski -por el que confesara una gran admiración- fue uno de los escritores que con mayor habilidad lograron plasmar la psiquis humana. El primero advierte que su obra no será entendida y apreciada en su propio tiempo, él había nacido póstumo, por lo que su filosofía a martillazos le pertenecería a los hombres del futuro. Dostoyevski, por su parte, profetizó, en una simple frase, la actualidad apabullante del sistema hace poco más de medio siglo.
 
El filósofo surcoreano, Byung-Chul Han, asevera que las formas de dominación de nuestro tiempo, representan una evolución desde la sociedad disciplinaria de control que atravesara el siglo pasado y de la que se ocuparan, entre otros, pensadores como Michel Foucault y Zygmunt Bauman. Dicho control se fundamentaba en la disciplina de los cuerpos, en la coacción. Mientras que entonces se trataba de un biopoder, hoy nos encontramos en los eriales de la psicopolítica.
 
Ésta se basa en la disciplina, sutil pero inflexible, de la psiquis: funcionan a un nivel prerreflexivo. Es decir que, en lugar de coaccionar, nos seducen para que nos sometamos voluntariamente al poder. Para esto, advierte el filósofo, invierte la lógica de la sociedad disciplinaria y crea una sensación de libertad que no es más que otra forma de coacción. El sistema condiciona la vida manipulando la libertad. Una viñeta tragicómica, advertía, hace algunos años: “Soy libre puedo elegir el banco que me exprima; la cadena de televisión que me embrutezca; la petrolera que me esquilme; la red de telefonía que me time; el informador que me desinforme y la opción política que me desilusione. Insisto soy LIBRE”. Y en esta ficción, radica su eficacia. Sin un amo definido, nos explotamos a nosotros mismos. Lo cierto es que la libertad existe como libertad de elegir solamente lo que el sistema nos ofrece. Y, como sabemos por experiencia propia, no todo lo que se hall en él se encuentra disponible para todos.
 
A modo de necesario paréntesis, podemos sacar en limpio que la herramienta par excellence del sistema, es el internet con las redes sociales. Éstas, funcionan a modo de panóptico digital, donde nos desnudamos, simbólicamente, a la vista de los otros sin reparo, entregando una intimidad que otrora se nos antojara preciada. En este contexto, como si se tratara del Gran Hermano orwelliano, somos cuidadosamente vigilados por un Gran Banco de Datos, que engrosamos a voluntad, y del que se sirven las élites dominantes para segmentarnos según nuestros gustos, costumbres y preferencias, y canalizar así nuestro ímpetu consumista en pos de aquello que manifestamos desear. Cierro paréntesis.
El capitalismo encuentra su principal asidero en la propiedad privada de los medios de producción. El neoliberalismo, que no es otra cosa que el capitalismo en su fase más voraz, entre otras cosas, por la ausencia de rivales que disputen su hegemonía; el neoliberalismo, decía, acentúa las diferencias sociales. Pero encuentra un escollo irresoluble, si no es a través del engaño: mientras más se acumula en pocas manos, más numerosas se vuelven las hordas de desocupados y hambreados del sistema. Para paliar ese mal, se apela a la supuesta libertad individual, ficticia, por otra parte, que supone un sálvese quien pueda.
 
Para Marx, por el contrario, la libertad genuina sólo se consigue en comunidad con los otros, porque solamente en ella contamos con los medios necesarios para desarrollarnos plenamente. Por eso, el individualismo le es tan caro al sistema, ya que naturaliza la desigualdad hasta se convierte en parte del paisaje.
En nuestro país, el neoliberalismo por primera vez llega al poder a través del voto popular sin engaños ni eufemismos. Podrán decir que en campaña anunciaban una cosa, pero lo cierto es que el cambio de discurso se dio recién después de las elecciones primarias, y sólo en los candidatos más sobresalientes, los economistas nunca disfrazaron su discurso. Vale insistir en este punto.
El relato macrista parece salido de un libro de autoayuda berreta, pero su lógica es similar a la de una doctrina religiosa: no resiste el menor análisis, ni racional, ni histórico. El sí se puede del festejo por el triunfo electoral se transforma, poco a poco, en un todo bien, pero ¿cuándo? Las medidas de gobierno hasta el momento, han menoscabado la capacidad de consumo de los sectores más vulnerables de la economía, que son quienes, contra cualquier pronóstico, fueran más beneficiados por las políticas del gobierno anterior, con todo y sus matices. Una devaluación que, en Febrero ya alcanzaba el 50%, tras la salida del cepo cambiario, se calcula hasta en un 70% en algunos de los más beneficiados, que no fueron otros que los sectores agroexportadores.
Reprimiendo los efectos de una lavativa verbal, que el autoproclamado peronista de derecha, Julio Bárbaro, publicara en el amarillo portal Infobae, a raíz de la presencia del Presidente en la inauguración de la Expo Rural; se puede ver claramente qué épocas añora la administración actual, y hacia dónde nos quieren llevar: aquellas donde nuestro país era considerado el Granero del Mundo. El problema es que quienes se benefician de los réditos económicos de un granero, son sus dueños, a nosotros, pueblo llano, nos toca el papel de indeseados roedores a los que es menester eliminar.
 
En esto se presenta una paradoja que considero necesario desmenuzar, cuanto antes: el consumismo desbocado es el causante principal de la vigencia del orden de desigualdad. Es uno de sus pilares, esto es un hecho. La publicidad nos segmenta para poder ofrecernos sus mercancías de manera más personalizada, convenciéndonos de que necesitamos lo que ella indica. El neoliberalismo en Argentina, encarnado en estos momentos por la administración Cambiemos, pero que es independiente de las personas, está apropiándose de su propio contradiscurso. El fenómeno no es nuevo, como advertía hace unos años el pensador Xavier Reik, todos los intentos filosóficos, humanísticos, etc., por combatir la desigualdad, fracasaron en el tiempo, o se contaminaron de apropiacionismo. Recordemos que en esto se fundamenta el propio sistema. La cuestión se nos presenta, entonces, como una serpiente que se muerde la cola. Un diagrama de Ben en el que estamos inmersos, pero al que no pertenecemos. Así, nuestro locuaz primer mandatario, ha convertido en obsesión -según sus propias palabras- el cuidado de la energía, y alza las banderas de la austeridad mientras los sectores más concentrados se forran de dólares en medio de una economía recesiva.
 
La desvergüenza radica en que, mientras la austeridad puede ser una opción o un modo de vida, una conducta, del todo loable, lo que enmascaran tras su título es la miseria a la que empujan a la gran mayoría del pueblo argentino, agravando la inflación, quitando los subsidios a los servicios y dejando a una legión de gente sin trabajo. No contentos con eso, se animan a aventurar que tienen intenciones de extender la edad para jubilarse, mientras reducen la cobertura del PAMI.
 
Lo que subyuga, es el trabajo fino de los medios de comunicación del sistema, que cala hondo en la psiquis argenta, como advierte Byung-Chul Han: han logrado convencer a buena parte de la población de a pie, que celebra los aumentos en los artículos de la canasta básica y en los servicios, de que nos corresponde contribuir con nuestro granito de arena para sacar el país adelante. La ecuación cierra perfecta: quienes se ven más beneficiados han sido los sectores agroexportadores, como ya se señaló, y para ellos, el país es el campo, y nada más. Nosotros, la plebe. Aún así, Bárbaro insiste en que, en el gobierno anterior, estuvimos a punto de volver al feudalismo.
 
Si se alza la voz, si se supone un peligro para el régimen, se corre el riesgo de ser censurado, reprimido y hasta detenido. Como sigue sucediendo con Milagro Sala, y como quisieron ayer con Hebe de Bonaffini, mientras le otorgan prisión domiciliaria a los genocidas, para complacer a las esposas de represores que acompañan al Presidente en sus actos y en las manifestaciones por los DDHH. En eso no escatiman recursos. Pero, de esta suerte, sólo cambiaremos una casa austera por otra más sórdida, y en algún punto puede significar un alivio o una constatación: llegado el caso, nos haríamos conscientes -al menos- de que nos encontramos en una cárcel, un verdadero privilegio frente a los millones que aún lo ignoran.
 
Juan Bautista Martínez (Columnista)
 
Fuentes:
 
- La Gaya Ciencia – Friedrich Nietzsche
 
- Psicopolítica – Byung-Chul Han
 
- Signos y símbolos de una revolución anunciada – Xavier Reik
 
 
 
 
 

martes, 2 de agosto de 2016

Jasón y los astronautas



El héroe mítico griego Jasón, al mando de los marineros de Argos, fue enviado a la Cólquide por orden de su tío el rey Pelias, como castigo por reclamar el trono de Yolco, que éste había usurpado de su hermano Esón. La misión consistía en recuperar el vellocino de oro, consagrado a Ares, el dios de la Guerra, y que era custodiado por una serpiente monstruosa que nunca dormía.
 
De guerras y periplos fantásticos abunda la historia y la literatura de casi todos los pueblos del mundo, pero no fue sino en el marco de otra guerra, esta vez por el control hegemónico del control, el espionaje satelital y el desarrollo tecnológico a nivel global, entre los Estado Unidos y la Unión Soviética, que se posara la vista sobre un objetivo tal vez más ambicioso que una simple piel de carnero alado: la Luna.
 
La carrera espacial fue el nombre que se le dio a este accionar, dentro de la Guerra Fría, en que ambas potencias competían por la conquista del espacio, y que funcionaba como la otra pata de la carrera armamentística. Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, los Estados Unidos estaban más que seguros de su superioridad en todo sentido: ellos contaban con armas que podían borrar la vida de la tierra en cuestión de horas. Interesa, sobre la bomba atómica, como afirma Gustavo Santiago, la tenencia de la misma: la ostentación de la devastación nuclear en las manos de un país que ya había demostrado que no temía aniquilar a sus enemigos apretando un botón. En medio de ese orgasmo triunfal, la puesta en órbita del satélito ruso Sputnik I, el 04 de Octubre de 1957, significó un sacudón para la autoestima norteamericana.
 
Perros, tortugas, chimpancés y moscas de la fruta, antecedieron a los seres humanos al momento de ponerse en órbita, pero la carrera espacial alcanzó su cénit el 20 de Julio de 1969, con la llegada del hombre -occidental, cristiano y gringo- a la luna a bordo del Apolo 11.
 
Pero, ¿llegó el hombre a la Luna realmente o se trató de una puesta en escena? Intentar dar con una respuesta a este interrogante, a día de hoy, resulta cuasi bizantino; pero podemos enumerar brevemente los principales argumentos a favor y en contra.
 
La nave, tripulada por Neil Armstrong, Edwin Aldrin y Michael Collins, despegó del Complejo 39A del Centro Espacial Kennedy, en Florida, el 16 de Julio del '69. La imagen de Armstrong pisando la superficie selenita se transformó en uno de los blasones de la expansión imperialista estadounidense en el mundo. Por ende, si se tratase de una puesta en escena, o no, ésta resultó fundamental para la construcción de discurso y, por ende, de la opinión pública.
 
Una de las principales dudas se suscita por la ausencia de estrellas en el firmamento lunar, siendo que éstas deberían ser perfectamente visibles.
Otro portal a la duda lo abren las fotografías que muestran huellas en la superficie de la luna, considerando que la potencia de los propulsores del cohete debiera haber barrido el polvo lunar.
 
Las fotografías en sí también han sido un motivo de cuestionamientos: ¿quién las tomó? ¿por qué aparecen diferentes tomas con el mismo fondo? o por qué gozan de gozan de tanta calidad, tanto en la definición como en el encuadre. Corre, incluso, la versión de que el cineasta Stanley Kubrick estuvo a cargo de la puesta.
 
Con argumentos más o menos convincentes, estos puntos han sido tratados extensivamente y con mayor rigor, pero vale la pena resaltar que la Unión Soviética felicitó a sus rivales norteamericanos por el gran salto para la humanidad que conllevaron esos primeros pasos de los astronautas en el satélite terrestre.
 
Pero a este propósito, 47 años después, deberíamos preguntarnos: ¿significó una mejora en la calidad de vida de las personas que los yanquis alcanzasen o no la Luna? ¿Redundó en una herramienta para paliar el hambre de los pueblos tanto despliegue de satélites y armamentos? En esto sí podemos aventurar algunas consideraciones.
 
José Pablo Feinmann atribuye la patraña a la necesidad de orquestar la puesta en marcha del Imperio Comunicacional que escribe todos los guiones.
 
La neurosis del poder, capaz de fagocitar culturas enteras, bien puede sacrificar credibilidad por efectismo, pero siempre necesita crear sus monstruos: ya no hay gigantescas serpientes insomnes, ni harpías, sirenas, Escila o Caribdis, ni tan siquiera comunistas; de modo que el enemigo es ese gigante dormido que está despertando y no le gusta lo que ve: el Islam es el nuevo cuco del Imperio y, para conjurarlo se valió de otro hecho igual de espectacular que el alunizaje: el atentado a World Trade Center, televisado a los ojos del mundo, sirvió con igual efectividad para justificar la masacre en Oriente Medio, que en el '69 para afirmar la supremacía norteamericana en la hegemonía mundial.
 
La verdad se encuentra tan matizada por las cámaras y los reflectores de Hollywood que resulta imposible verla sin encandilarse: la verdad, hoy, es un mito.
 
Por mi parte, me contento con otear la Luna y adhiero a Borges, cuando escribe:
Y, mientras yo sondeaba aquella mina
 
De las lunas de la mitología,
 
Ahí estaba, a la vuelta de la esquina,
 
La luna celestial de cada día.
 
Sé que entre todas las palabras, una
 
Hay para recordarla o figurarla.
 
El secreto, a mi ver, está en usarla
 
Con humildad. Es la palabra luna.”

Juan Bautista Martínez (Columnista)

¡Mhysa!


En el juego por el poder, se corre el riesgo de pensar que todas las piezas arrancan la partida en igualdad de condiciones, y todas con el mismo abanico de oportunidades de ganar. Se compara, muchas veces, a la política con el ajedrez; y lo cierto es que, uno se siente tentado de creérselo, pero lo dicho antes: no todas las piezas cuentan con las mismas chances de cara al juego. Y, muy importante, el poder no es un trofeo al que los contendientes se afanen por ganar, sino que, en verdad, se encuentra concentrado en unas pocas manos a las que es menester disputárselo.
 
Pero, aun contemplando estos detalles, la apreciación se queda corta: al poder también se lo construye, y es desde esas arquitecturas desde donde se entablan las lides. A más de cinco siglos de El Príncipe, Maquiavelo sigue vigente para cualquier mortal que se interese por la política, esto es: el arte de generar, transformar y/o disponer del poder, pero también de ser capaz de mantenerlo.
Pocas figuras de la política de las últimas décadas ha revelado mayor maquiavelismo, entendido éste como habilidad de gobierno, que Perón en sus dos primeras presidencias. Un movimiento político transformador, en torno a un militar de carrera: el peronismo nos ofrece, en esa sola frase, material suficiente para el análisis. Pero el verdadero símbolo del movimiento fue su señora esposa María Eva Duarte. Evita.
 
Nacida hija natural de Juan Duarte, a algunos kilómetros de Junín, Evita creció para convertirse en actriz de melodramas baratos, según escribiera Eduardo Galeano, pero decidió salirse de ese papel. Y adoptó el de aguerrida jugadora, en un juego falocrático y elitista, donde no se veía con buenos ojos que las mujeres pensaran y, mucho menos, que se metieran en política, a disputar poder.
El movimiento le debe a Eva su habilidad como oradora y su ferocidad al momento de desafiar a la oligarquía terrateniente y al cipayaje de a pata. Exigió lealtad a los trabajadores y los humildes, a los que llamó sus descamisados, a través de una concienciación de clase. Amadrinó a los trabajadores en sus luchas contra las patronales, y se granjeó el odio de muchos, por sus discursos incendiarios en contra de sus enemigos. No temió ninguna grieta: ella las abría, y, si la dejaban, clavaba estacas o las prendía fuego, con tal de mantener a raya a los adversarios. Metió el dedo en la llaga de una mansedumbre naturalizada por los poderosos, y dio por el suelo con las mentiras de unidad nacional, que sólo garantizaban el bienestar para los que más tenían, a costa del hambre de las mayorías.
 
Presa de un cáncer que degeneró su cuerpo, pero jamás su espíritu combativo, la muerte se la llevó a los 33 años, edad de los mártires si nos atenemos a la mitología cristiana, para dolor de una buena parte de los trabajadores y de las clases más humildes de nuestro país, y para regocijo de los cobardes acaudalados que no dudaban en graffittear su alivio, ni en sus últimos momentos.
 
Ni siquiera muerta dejó de inspirar temor en sus detractores: su cadáver fue robado y no se recuperó hasta muchos años después.
Desde nuestra perspectiva, podríamos afirmar que afortunadamente no vivió para sufrir el atentado a la Plaza de Mayo en el '55, ni el encierro de Perón en la isla Martín García, ni su querido movimiento proscrito y a sus descamisados perseguidos y masacrados. Pero sería faltar a la verdad: convertida en símbolo, Evita arengó a la juventud politizada de las décadas posteriores, y su semblante, siempre joven, es solaz y esperanza, pero también lucha, una lucha que está más viva que nunca ante el avance de la derecha más recalcitrante de todos los tiempos. La lucha contra los verdaderos dueños del poder, que hoy se pavonean sin tapujos.
 
Esta derecha no duda en vapulear a todo aquel que se sienta heredero de ninguna reina de los pobres. Derecha que, a poco de asumir, y en su afán de acallar por la fuerza lo que mediante el ingenio jamás podrá, mandó al muere, en un accidente, a 40 gendarmes que partieron de Salta a Jujuy, por pedido del indigno gobernador Morales, por las dudas. Aunque la jugada se le fue de las manos, redoblaron la apuesta apresando a la líder de la Organización Barrial Túpac Amarú, Milagro Sala, bajo el pretexto de que era peligrosa.
Con una impunidad que manda al orto cualquier fe en la legitimidad democrática, y que atenta contra la seguridad de todo el conjunto de la población, Milagro fue detenida, en primera instancia, por instigación a cometer delitos y tumultos en concurso real, contravención basada en el hecho de permanecer acampando en una plaza. Más adelante se le presentaron acusaciones por asociación ilícita agravada y de cometer fraude y perjuicio contra la administración pública, pero esto cae por su propio peso si tenemos en cuenta que Federico Stürzzenegger, uno de los responsables del mayor fraude financiero de nuestra historia, como fue el megacanje, se encuentra, a la vez, procesado por el mismo delito y presidiendo el Banco Central.
 
Todos sabemos que el verdadero delito de Milagro Sala es el de haber nacido indígena, pobre, mujer, y peronista. Bancó a Cristina Fernández desde un primer momento, y significó un verdadero grano en el culo para mucho capanga jujeño y porteño. Pero, no conforme con eso, llevó adelante, junto a su organización, una obra de infraestructura que sería la envidia de cualquier gobernante... si a alguno le importara. Construyó poder y empoderó a quienes nunca hubiesen soñado con una vida más digna. Semejante jugadora resulta intolerable, y si no la metieron presa antes fue por su amistad con Cristina.
Desde Enero languidece en una celda de Jujuy, buscan convertirla en un escarmiento, para que nadie se anime a levantar la cabeza y desafiar al orden. Borran los murales en su apoyo en Paraná y en La Plata, con la misma saña ciega con que antaño vivaran la enfermedad de Eva.
 
Hasta el día de hoy no perdonan a Eva. Y no perdonan a Cristina, ni a Milagro, ni perdonarán a ninguna mujer que intente seguir sus pasos. O tan siquiera sobresalir. Y tal, poniéndonos más quisquillosos, no toleran a las mujeres: esta semana que pasó y la anterior hubo manifestaciones por el derecho de amamantar en cualquier lugar. No es necesario que se fijen si hay dinosaurios recorriendo las calles, esto pasó en Julio de 2016. Aunque, de hecho sí haya dinosaurios recorriendo las calles, y en la Rosada, en fin...
Mientras, la discusión por el futuro del país pasa por una reunión del Presidente con Marcelo Tinelli, denostador de la mujer por excelencia.
 
En la saga de George R. R. Martin, y en su adaptación telvisiva, Juego de Tronos, el mundo patriarcal va menguando paulatinamente la testosterona, para dar lugar a las verdaderas protagonistas: Cersei Lannister, la reina loca; Olenna Tyrrell, la reina de las espinas; Ellaria Arena, la reina de las serpientes; Sansa Stark, la reina en el Norte... pero la legítima reina monta a lomos de dragón, rompe cadenas de opresión, y se llama Daenerys de la Tormenta. El paralelismo con Evita puede trazarse hasta en el peinado, como me sugería el amigo programador, pero, sobre todo, es en el fervor que le profesan los esclavos libertos, que claman por esa ¡mhysa!, esa madre (en lenguaje alto valyrio), donde el símil cobra más fuerza.
 
Hacia el final de sus días, Eva escribía su dolor ante un cuerpo que la traicionaba y ante una deuda que creía tener con su pueblo, por dejarlo a medio camino en una lucha que recién comenzaba. Cristina terminó su mandato y se despidió de su pueblo con una plaza multitudinaria, advirtiendo que la sociedad debía politizarse a pesar de las estructuras, sabiendo que la iban a perseguir. Milagro escribe desde la cárcel que está cansada, el encierro le quita las fuerzas y marchita su espíritu: es una guerrera, está hecha para la lucha, sin ella, vituperada y relegada al olvido, se consume como la llama de una vela. Su organización pierde una líder, y el pueblo un cuadro político.
 
El poder está más cada vez más concentrado, los medios, los empresarios, los políticos y el sistema judicial marchan a pies juntillas, pero a contramano del pueblo que, dicen, es el verdadero soberano. ¿Pero de qué vale una corona o una democracia, si no se tiene poder? Ya lo dijo la madre de pingüinos: construyan un frente cívico ciudadano, organícense.
 
El enemigo está aquí, igual que el invierno. Y nosotros no tenemos dragones, pero tenemos la política.
 
 
Juan Bautista Martínez (Columnista)

jueves, 21 de julio de 2016

MEMENTO MORI



En lo que nos ha llegado hasta nuestros días como su “Carta a Meneceo”, Epicuro reflexiona sobre el miedo a la muerte, así como sobre su improcedencia: ya que lo que nos afecta, afecta nuestras sensaciones, la muerte, por ser privación de sensación, no tiene modo de afectarnos. Cuando nosotros somos, la muerte no está presente, y cuando está presente, entonces ya no somos. Ésta es, para el sabio de Samos, el corolario natural para la vida, y con total naturalidad debemos encararlo. Asimismo, exhorta a quienes renieguen de la preciosidad de la vida a abandonarla si, al fin y al cabo, en sus manos está el hacerlo.

De esta guisa, Alejandro Dolina afirma que la muerte no es para nosotros un problema que debamos resolver, sino una fatalidad a asumir, para vivir mejor. Comprendiendo que somos mortales y aceptándolo, podemos vivir más plenos y con menos ataduras.

Entonces, nuestra mortalidad no puede angustiarnos, salvo cuando la vemos en los demás: ante la vulnerabilidad ajena, estamos desarmados. Un caso especial se da cuando ésta llega por la propia mano del occiso. Si la vida es tan preciada, lo más preciado, el bien supremo, la propia vida con más razón, resulta inconcebible que alguien quiera renunciar a ella. El suicidio es la muerte resultante de un acto consciente de la víctima, cuando ésta tenía por finalidad acabar con su vida.
Pero la cuestión no se agota con la muerte, sino que debería abrir un re-planteamiento hacia la vida: es en la vida del caído donde adolecen las causas de dicha renuncia. Pero tampoco éstas acaban allí, se extienden hacia y, a su vez, proceden de, la vida social. Están operando activamente sobre toda la sociedad, aunque sólo consigan un determinado número de resultados.

Uno de los fundadores de la Sociología, Émile Durkheim, sienta los postulados de su ciencia, a través de un trabajo de investigación cualitativo y cuantitativo acerca las naturalezas del suicidio o, mejor dicho, de los suicidios. Por más críticas que se le plantearan más adelante, su labor es ineludible para cualquiera que se interese por esta temática. Durkheim establece que la sociedad es algo más que la suma de las individualidades que la conforman. Acordando con los lineamientos más generales de la gestalt, “más que la suma de las partes”; por ende, la sociedad, como estructura independiente de sus integrantes, los trasciende, los condiciona y los limita. En el individuo, a su vez, operan cuestiones individuales muchas veces antagónicas a estos condicionamientos. Existe un grado de acuerdo en este antagonismo, más allá del cual anidan los conflictos y las frustraciones.
En una especie de sacrificio de sangre, toda sociedad moderna vive con la certeza de que una porción, menor pero constante, se sentirá más inclinada que otra a poner fin a su propia existencia, y dentro de esa porción, habrá quienes lo lleven a cabo. Cuanto más opresivo se nos presenta el ambiente de una sociedad, cuanto mayor sea el conservadurismo y la refracción a lo nuevo o lo desconocido, mayor será el nivel de conflicto, y directamente proporcional el número de víctimas por su propia mano que esa sociedad en cuestión pueda generar.

En las sociedades con fuerte presencia del cristianismo católico como ideal supremo de virtud y espiritualidad, con la carga patológica que éste acarrea desde su época más oscura, esta opresión se nos hace más patente. Resulta increíble, en nuestro siglo de modernidad vanguardista, con revoluciones en todos los frentes (informática, tecnológica, sexual, social, etc.), que se siga erigiendo a jóvenes buen mozos y célibes y vírgenes padecientes, para exaltar la pasión de los fieles, buscando encauzarla a la santidad. Hoy día, el catolicismo es un anacronismo grosero: nada de lo que postula puede tomarse en serio. No lo digo como opción particular, que cada quien es libre de creer lo que le venga en gana; sino cuando se le quiere conferir oficialidad en una sociedad que presenta grados de diversidad muy ricos. La Iglesia no debería tener presencia en los asuntos de la vida civil, el Estado debiera ser laico, y un sinfín de etcéteras que no parecen navegar hacia buen puerto, de momento al menos. Esto puede verse con mayor detalle en los pueblos y ciudades más chicos, en el interior del país.

Nogoyá es un pueblo mediterráneo en una provincia bordeada de ríos. Fue fundada formalmente por el presbítero Fernando Andrés Quiroga y Taboada, en el año 1782, alrededor de la figura de la Virgen del Carmen y de lo que más tarde sería la Basílica dedicada a la madre de Cristo en una de sus personalidades múltiples. Por lo tanto, desde su misma concepción, se encuentra imbuido de catolicismo. Tanto que su aniversario es una fiesta cívico-religiosa: más religiosa que cívica.
Con todos estos elementos reunidos en un mismo lugar y tiempo, no es de extrañar que suceda aquí, desde hace ya algunos años, que el índice de suicidios por habitantes se mantenga alto. En su mayoría jóvenes, los casos constituyen un fenómeno que preocupa a gran parte de la sociedad y que nos ubica, como a Damocles, bajo una espada pendiente de un cabello, que en cualquier momento cae sobre la cabeza de alguno, que puede ser cualquiera.

En el año 2005, que fue el epicentro de las tendencias suicidógenas, se buscó, desde el Municipio y con participación de vecinos de la ciudad, ponerle un freno a la catarata de decesos auto infligidos, creando una red de ayuda telefónica para las personas en crisis que consideraran acabar con su vida. La buena intención está, pero no deja de ser un parche. Si es el sistema el que produce la anomia, la tristeza desesperada y el sinsentido vital, a menos que se lo cambie no puede haber mejora, sino apenas un paliativo a la desesperación. Una de las especialistas responsable en conjunto de la iniciativa, la psicóloga Stella Cístola, de la vecina ciudad de Victoria, refería, por aquel entonces, que tan trágicos sucesos suelen ser comunes en localidades tan cerradas como las nuestras, donde las personas se guardan su dolor y se comían sus problemas. Aunque no descartaba una secta. Sin ir más lejos, la Iglesia funciona como una secta de puertas abiertas, cuya masividad le concede venia para declamar sus postulados como verdad absoluta. Pero también juegan fuerte otras cuestiones: falta de oportunidades; ser considerada una ciudad de paso; condiciones de trabajo paupérrimas; y, en muchos casos, la ausencia total de empatía salvo que se trate de husmear y juzgar la vida ajena.
Según un estudio cuantitativo de los casos de suicidio en Nogoyá, durante el período comprendido entre los años 2004 a 2010, realizado por la Facultad de Ciencia y Medicina de la Salud, perteneciente a la Universidad Abierta Interamericana con sede en la ciudad de Rosario, sobre un total de 53 casos, se destaca la mayor frecuencia de masculinos sobre femeninos, la juventud (aunque no de manera privativa), y el método más utilizado, como ser el ahorcamiento. Siendo, a su vez, más frecuente entre los períodos de verano y durante las horas de la noche; quizás porque de noche se nos hace más real la Gorgona y nos atrevemos a mirarla... quién sabe.

La impotencia es inmediatamente consecutiva a la tristeza, al decirle adiós a quienes no supimos ayudar, sobre todo cuando no pudimos ver que necesitaban ayuda.

En su tractat del lobo estepario, dentro de su obra homónima, y retomando un poco a Durkheim acerca las fuerzas exteriores, Hermann Hesse afirma que la tendencia suicidógena puede llegar a tener como corolario un atentado contra la propia vida, por parte del padeciente, pero tal no significa que cuando no se produjera deceso, dicha tendencia dejaría por ello de existir: en estos casos se transforma en modus vivendi, y, de este modo, los suicidas proliferan, aunque sin matarse.
La cuestión así planteada parece una bomba de tiempo, matemáticamente hablando: si el suicidio, o los suicidios, en su consideración sociológica, reproduce el estado moral de una sociedad determinada, y si en nuestra sociedad local, al estado moral lo regula la Iglesia y la Virgen del Carmen, la escultura de Quiroga y Taboada no tiene las manos del todo limpias en este decurso.

Hay un enorme llamado de atención, a sanear nuestra moral, o inventarnos otra: esta, evidentemente, no sirve.

Por último, la cuestión individual, pues cada suicidio a priori lo es, tiene en cuenta los demonios de cada uno, al decir de Stephen King: los monstruos son reales, los fantasmas también, viven dentro de nuestra mente y, a veces, ellos ganan.

La vida es potencialidad, un abanico abierto de oportunidades, aprender a verlas todas o ampliar la mirada puede resultar difícil, pero es necesario aprender a amalgamar la vida social con la individual. Para no vivir en una contradicción irresoluble, que nos pueda costar la vida, debemos aprender a amar ésta, con la muerte incluída.

Memento Mori: recuerda tu mortalidad. Pero antes, vive.



Juan Bautista Martínez (Columnista)



Fuentes:

- “El suicidio” - Émile Durkheim

- “El lobo estepario” - Hermann Hesse

- “Carta a Meneceo” - Epicuro

- “La venganza será terrible” - Alejandro Dolina (programa de Radio)

- “El Anticristo” - Friedrich Nietzsche

- “Estudio epidemiológico de los suicidios en el Departamento Nogoyá, Entre Ríos, en el periodo comprendido entre el 1o de enero de 2004 y 30 de setiembre de 2010” - Mercedes A. Moreira Savino (Facultad de Medicina y Ciencias de la Salud – Universidad Abierta Interamericana)



Ilustración:

- Banksy