sábado, 16 de julio de 2016

¿Por qué no te callas?



Un símbolo es algo que, pudiendo estar ausente, opera como si estuviera presente, porque apela a todos nuestros niveles de percepción, atravesándonos, inteligiéndonos. Un símbolo se explica por sí mismo, aunque puede dar lugar, también, a múltiples interpretaciones.
 
El 9 de Julio, para nosotros argentinos, es la conmemoración de una de nuestras fechas patrias más simbólicas: la Declaración de la Independencia, reafirmación formal de los principios de soberanía y autodeterminación enarbolados en la 1a Junta, 6 años atrás.
 
Antes de ser asesinado y de pasar a la posteridad convertido en cuaderno, Laprida formuló en voz alta, en la emblemática casita de Tucumán, las palabras que nos escindirían por completo de la Corona Española.
La situación en esta nuestro terruño distaba mucho de ser un escenario uniforme, donde todos cantaban a la independencia y a la libertad tomados de las manos, en una ronda inmensa. Los conflictos de intereses marcaban el devenir de la historia, y se pulseaba fuerte por el destino que tendría nuestra recién concebida Nación: o éramos libres y soberanos, nos autoorganizábamos y nos gobernábamos a nosotros mismos; o nos integrábamos a la constelación del capitalismo como país agrícola y exportador de materias primas. Como lo que sucedió fue esto último, podemos sospechar que quienes así lo decidieron tenían mucho para ganar a costillas de la gran mayoría.
 
Asusta un poco la suerte de aquellos señores diputados que se congregaron en Tucumán: algunos años después, en 1820, luego de la Batalla de Cepeda, fueron encarcelados durante tres meses. Es brutalmente simbólico que quienes proclamaran la Independencia fueran privados de la libertad, y que poco registro haya de ese lapso.
 
Tres fueron asesinados: Laprida, Malabia y Maza. Díaz Ortíz torturado por cobardía disfrazada de autoridad. El sacerdote Uriarte estuvo preso en varias oportunidades, y fue uno de los promotores del reparto de tierras.
 
Da la sensación de que en ese acartonamiento que se le suele dar a la Historia, cualquier intento de inferir en la marcha de los hechos, decididos hace doscientos años, queda fuera de lugar. Hasta no hace tantos años, el revisionismo histórico era el cuco de los triunfadores que habían escrito nuestra Historia, derrumbando mitos que se tenían como verdades absolutas.
 
Pero la naturalización de la injusticia no dura ni un round contra la realidad de dos siglos enteros de luchas de poder, entre los del medio y los del medio, o entre los del medio y los de abajo, o entre los de abajo-abajo y el hambre. Los de arriba nos miran pelear y piden la unión nacional. La independencia es irrenunciable, pero es sólo el comienzo, por sí sola no vale de nada si no están las necesidades básicas satisfechas.
 
La tendencia en estos tiempos es la de renegar de las luchas y las conquistas, optar por la dependencia y pedir disculpas a los colonizadores y entregar la soberanía a la potencia extranjera que venga.
Para el día de la Memoria por la Verdad y Justicia, se invitó Primer Mandatario del país que orquestó el Plan Cóndor. Para el 25 de Mayo se valló la Plaza de Mayo, símbolo de las manifestaciones populares, que años anteriores fue escenario de verdadera fiesta popular.
 
Para el Día de la Bandera se valló, también, el Monumento en Rosario, para cantar frases de autoayuda dignas de Stamateas. El 09 de Julio de 1816 no sólo se dio por tierra con la dominación ibérica, sino que se dejó firme decisión de no permitir en el futuro, ningún tipo de dominación foránea. El Bicentenario de la Independencia nos sorprende estrechando las manos de la monarquía española, de un rey abdicado que manda callar presidentes legítimos.
 
Todo un símbolo.
 
Juan Bautista Martínez (Columnista)
 
Fuentes:
 
 

No hay comentarios.:

Publicar un comentario