Antes de entrar en tema, quiero decir que nada tengo contra el helio, noble gas con un amplísimo abanico de funciones, la de llenar globos entre ellas; sino contra los que respiraron de golpe tanto gas, que se les fue al cerebro. Aclarado esto...
La realidad se pliega sobre sí misma para ofrecernos un espectáculo grotesco. El aserto reza que “la historia se repite, primero como tragedia y luego como comedia”, pero me animo a afirmar que se queda corto ante semejante bucle temporal. Frases como “emergencia previsional” o “sinceramiento fiscal”, fueron estandartes de la privatización del sistema de jubilaciones durante el sultanato de Carlos Menem -como bien recordó hace dos días en el Congreso, la diputada María Labado (PJ-FPV)- que no fue otra cosa que el plan económico de la última dictadura militar, esta vez exigido por la democracia a través de las urnas.
Entiendo si abrevar habitualmente en estas dos últimas comparaciones resulta cansino, pero el gobierno se esfuerza tanto, y a cada momento, por desempolvar y ponerles el cuerpo a las excusas menemistas, del todo entendible dada su perspectiva ideológica, que se nos hace imperativo tenerlas a mano para no perdernos en las penumbras del túnel de Michetti.
Desvirgando el segundo semestre, y la ingenuidad de mucha gente -aunque con globito-, comienza a hacerse cada vez más volátil lo prometido en campaña, e inmediatamente después de la asunción: reducción de la inflación, trabajo de calidad, mejora en la calidad de vida y lluvia de inversiones en verdes divisas, entre otras.
Hasta el momento, viene sucediendo todo lo opuesto a lo que se prometió: se devaluó la moneda nacional, se quitaron los subsidios a los servicios, hay una muy calculable cantidad de trabajadores en la calle, con lo que la calidad de vida no sólo no tiene cómo mejorar, sino que amenaza con descender a la tierra de los morlocks. Pero lo que deja en evidencia la falta de talento, hasta para mentir, es el embuste invocado para llevar a cabo una transferencia de riquezas, obscena, de los sectores populares a las arcas sin fondo de las clases acomodadas.
Hay un cuento de Carlos Alberto Loprete, escritor argentino, de su libro “Los espías de Dios”, que narra la historia de una villa del año 999, donde, llegado el fin del milenio, todos esperan el Armaggedon anunciado en las revelaciones del apóstol Juan. Sin embargo, cuando suenan las doce campanadas, un tenue sonido metálico llena la noche, para dejar caer sobre la población reunida en el ágora, una generosa lluvia de esquirlas de oro. Considerando que Loprete se emparenta más con Marcos Aguinis que con Dolina, no extrañaría que el presidente estuviese esperando un prodigio semejante.
Pero ante la falta de probabilidades de que el servicio meteorológico augure precipitaciones áureas, y ante las menos probables inversiones que se esperaban, Cambiemos decidió enviar un proyecto de ley que consta de varios paquetes diferentes: pago de los juicios iniciados por jubilados (aunque no en su totalidad), actualización de los haberes previsionales, pensión por vejez a partir de los 65 años para cobrar la mínima, y la forma de financiamiento: en primer lugar, mediante el blanqueo de capitales, y si no alcanzare, con la venta de acciones que el ANSES posee en empresas privadas.
Es decir, ante la falta de cumplimiento por parte de los grandes exportadores, que, dicho sea de paso, sólo se basa en una fe irracional por parte del ejecutivo y su séquito en el Congreso: luego de engordar sus silobóvedas, los exportadores invertirían sus dólares en el país. Ante esta falta, digo, cualquiera que tenga dólares puede “legalizarlos”, tengan éstos el origen que tengan. Un atisbo de esta medida tuvo lugar entre los períodos 2013/2014 y levantó polémica. Hoy se aplaude. La segunda parte es un poco más grave, ya que implica un desguace de la entidad, que puede traer consecuencias amargas, aunque para nada imprevisibles.
En tren de hacer demagogia, los jubilados son un colectivo vulnerable dentro de la sociedad. Eso es una axioma. Si tomamos en cuenta que debemos laburar toda la vida, durante nuestros años más vigorosos, para descansar en la vejez, por la mitad de los ingresos -en el mejor de los casos-, ante cualquier maniobra sirve tenerlos a discurso, para conseguir sanciones extraordinarias, para proyectos bastante opacos, bajo pretextos más deslucidos aún.
Estos chantas hablan de reparación histórica. A simple vista, parece que ignoraran abiertamente el enorme impacto que tuvo la reestatización de los fondos de las AFJP, que supuso una inclusión sin precedentes de personas al régimen previsional. Más, si leemos entre líneas, nos están diciendo que hay que reparar el negocio que se les terminó y que significaba una estafa en toda regla.
Como nota de color, los adalides de la democracia, del diálogo y del consenso, no permitieron que se modificara ni un sólo punto al proyecto. Aunque sería injusto de parte nuestra echarle todo el fardo al oficialismo: esta ley no hubiese visto la luz de no ser por el acompañamiento de una parte importante del PJ.
Otro punto a tener en cuenta, es el silencio estampa por parte de los formadores de opinión, acerca del INDEC, caballito de batalla de los medios en la embestida contra el kirchnerismo durante los gobiernos anteriores. Jorge Todesca, titular de la entidad, y Alfonso Prat-Gay, Ministro de Hacienda, habían declarado a principios de año, que para generar credibilidad en el instituto, no se iba a publicar ningún dato oficial en todo 2016. Explicación que no extraña de un tipo que afirmaba estoicamente, allá por el 2001, que la plata que estaba en los bancos ya no existía porque había tenido lugar una explosión atómica. Además de que declarara, días después de asumir al frente del Ministerio, que la situación económica era buena, estable, e inmediatamente después culpar de cualquier mal a la pesada herencia. Helio.
Seis meses después, el INDEC presenta informes contradictorios: afirma, por un lado, que la economía cayó un 0,7% en relación al año anterior, y, por el otro, que proyecta un crecimiento anual de los consumos público de 2,7% y privado de 1,1%. El economista Agustín D'Atellis, cuestiona las declaraciones de campaña de Cambiemos en el 2015, que presentaban una economía argentina en recesión; y la grieta entre un modelo que prima el crecimiento del mercado interno como motor de la economía, frente al dogmatismo neoliberal, que sostiene que se puede hacer crecer una economía generando desempleo, por ejemplo. Más helio.
De nuestro supuesto divorcio con el mundo, basta recordar que mientras a nivel global se acentuaba la crisis financiera, nosotros podíamos recuperarnos y mantenernos a flote. Aunque el cipayaje se lamentaba que en el exterior nos miraran feo. Puro helio.
Vivíamos demasiado bien, según reconocen los propios funcionarios del PRO; pero, por si no queda claro eso estaba mal. Porque los dirigentes del kirchnerismo eran todos corruptos, de modo que, para erradicar eso, nada mejor que un empresario procesado. Sobredosis de helio.
La visión de futuro del oficialismo, hoy, se conjuga en condicional: para Todesca, la economía argentina tendría que recuperarse en un futuro no muy lejano; ya no sería en el segundo semestre. De mi parte, me animaría a decir que el gobierno nacional sería sólo un gran globo amarillo relleno de helio, que nos elevaría sobre la estratosfera y estallaría con todos nosotros dentro... y dale gas.
Juan Bautista Martínez (Columnista)
Fuentes:
- Carlos Alberto Loprete - “Los espías de Dios” (“El día que llovió oro”)
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