jueves, 26 de mayo de 2016

LA NACIÓN


Desmitificando un poco la cuestión semántica, el periodista Carlos del Frade estableció, en una nota de hace tres años, un paralelismo entre el escaso valor que tienen, para la sociedad en general, una moneda de 25 ctvos., con la quita de significado del 25 de Mayo como fecha patria: en ambos converge la figura del Cabildo. Lo que, metáfora para nada forzada, daría cuenta del escaso valor de la ilusión de independencia.
Desde la falacia de denominar como revolución a lo que fuera un cambio de patrones, a la invisibilización de gauchos, negros e indígenas de los anales de la historia, puesto que no sabían escribir para dejar su propio testimonio; la historia mitrista se encargó de maquillar los hechos y revestir de heroísmo a la oligarquía terrateniente, para brindar la ilusión de que dicha revolución, nos identificaba a todos por igual, y pudiera, asimismo, ser ilustrada en la tapa de los Billikens. ¿Existían los paraguas en 1810? ¿Sabía Domingo French rematar moribundos, como afirma JPFeinmann, además de repartir cintas albicelestes?
Lo que sí puede desglosarse, afirma el periodista, es que la población del Virreinato del Río de La Plata, era de casi 600 mil personas; entonces, si tenemos en cuenta que la Semana de Mayo cuenta las peripecias de 165 personas, correspondientes a las familias más acaudaladas, no puede deducirse un espíritu muy popular de su parte. Menos, si tenemos en cuenta que muchos de esos valientes estaban concertando acuerdos para comerciar con Inglaterra apenas pudieran deshacerse del yugo colonial español, que, de yapa, se encontraba por esos momentos en manos de Napoleón.
Pero, de la misma forma que sus descendientes, desde el diario La Nación, nos cuentan la realidad desde la subjetividad propia de la clase oligárquica más conservadora, aquella que se identifica con la Argentina del Granero del Mundo; Bartolomé Mitre nos convida a celebrar una victoria pírrica con mucho aire de derrota.
Desde el vamos, América Latina, y particularmente Argentina, se tuvo que enfrentar a la difícil situación de ser colonizados por la potencia europea más atrasada de todas. España, a diferencia de Inglaterra o Francia, reproducía en sus colonias el mismo sistema que fronteras adentro: el atraso se correspondía, en parte, con la autoridad que seguía teniendo la Iglesia Católica en una modernidad que se identificaba, justamente, por correr del lugar central a los ungidos representantes de Dios. Pero también con la suntuosidad estéril de una nobleza bruta, de propósitos efímeros, que malgastaba lo saqueado en lugar de invertirlo. Un poco de justicia poética ante tanto horror.
“Si los pueblos no se ilustran, si no se vulgarizan sus derechos, si cada hombre no sabe qué es, qué puede y qué se le debe, nuevas ilusiones reemplazarán a las antiguas. Y después de vagar entre mil incertidumbres, será tal vez nuestra suerte mudar de tiranos sin destruir la tiranía”. Las palabras son de Mariano Moreno, quien, sobre los principios de Manuel Belgrano, trazó las ideas de una Patria que fuera justa, libre y soberana. Y, a pesar de su misteriosa muerte en altamar, sus ideas lo sobrevivieron en las gestas de San Martín, Güemes, Artigas y Bolívar. Es decir, pese a Mitre, sí hubo un proyecto de país para todos, por el mismo que dejaron la vida quienes no sabían leer y escribir, y por el mismo que fue ninguneado el caudillo charrúa y la Asamblea de los Pueblos Libres del año 1813.
Las clases dominantes, aquellos que se creen que habitan una Argentina de calidad, o, mejor dicho, los meritócratas de la Historia, nunca perdonaron el tener que compartir su sueño de libre comercio con Inglaterra, con las masas menos favorecidas, que también son país, y que también celebran la Independencia. Aunque ésta no exista realmente para ellos. Esas clases dominantes no perdonaron a Artigas, ni a Belgrano, ni a San Martín, ni a Moreno. Los dos primeros murieron pobres, inmersos en deudas y difamaciones, mientras que los otros dos fueron mandados al exilio.
Pero el sueño de la independencia sigue vigente. Mejor dicho, sigue pendiente. Y lo seguirá mientras la soberanía nacional siga claudicando en favor de la meta-soberanía que imponen los organismos crediticios internacionales. Mientras la deuda externa siga primando sobre la dueda interna. Mientras la derecha asesina se siga imponiendo a base de propaganda y golpe sobre la reminiscencia de la Asamblea de los Pueblos Libres. Mientras los desheredados de la tierra sigan eligiendo el al cooperativismo al zapping. O, simplemente, mientras no se sigan cambiando escarapelas por globos.
 
 
Juan Bautista Martínez (Columnista)
 
 
Referencias:
 
- “La sangre derramada - Ensayo sobre violencia política” - José Pablo Feinmann
 

domingo, 15 de mayo de 2016

Argentina: land of Sísifo


Sísifo tenía fama de impetuoso, obstinado, embustero, y se decía que asesinaba viajeros para hacerse con sus propiedades. Se cuenta que encadenó al mismo Tánatos, dios de la muerte, cuando éste vino a buscarlo. Con esto provocó que no hubiese más muertes en el mundo, hasta tanto el dios no fuera liberado. También se las ingenió para escapar del reino de Hades, y volver a la tierra, negándose a regresar al inframundo, al que sólo pudo ser devuelto por Hermes. Como castigo, el rey de Éfira fue obligado a empujar una inmensa roca hasta la cima de una montaña, constantemente, sólo para que, una vez en la cúspide, la roca vuelva a rodar hacia abajo... y vuelta a empezar. Así, por toda la eternidad.
Entre la diversidad de interpretaciones que ofrece el universo mítico, muchos autores, toman este relato en particular, como alusión a lo absurdo. La labor de Sísifo es del todo inútil, por lo tanto, su esfuerzo constituye un enorme absurdo.
Me interesa establecer una analogía entre esta historia y la situación socio-política en nuestro país, durante los últimos treinta años, teniendo en cuenta que nos hallamos a 27 años de la asunción de Carlos Menem como presidente de la Argentina, en el año 1989; y quien, seis años más tarde, sería re-electo.
La campaña electoral de Menem estuvo atravesada: a) por una hiperinflación, producto de la multimillonaria deuda que los milicos nos dejaron, entre ellas las de Sevel y la flia. Macri; b) por el golpe que los mercados llevaron a cabo contra el líder radical, en escarmiento, para demostrar cómo debía gobernarse; y c) por la caída del Muro de Berlín, que significó el fin del mundo bipolar, con la URSS y los EEUU disputándose la hegemonía global. No es de extrañar, entonces, que el riojano apelara a un mensaje cuasi-mesiánico: en medio del caos mundial, él (y sólo él), podía salvar a este país, que amenazaba con quedar a la deriva, en un océano de supuesta incertidumbre.
Una de las primeras iniciativas de los Estados Unidos como potencia unívoca, tras la crisis económica de los años '70, fue el mentado Consenso de Washington, un pliego de tan sólo 10 puntos, emanado directamente del FMI y del Banco Mundial, que sentaba las condiciones que los demás países, empleados del gran hermano del Norte, debían adoptar fronteras adentro, a fin de “pertenecer” a la maquinaria capitalista mundial, y no sucumbir ante el enorme problema que significaban las deudas externas. Entre los más relevantes, podemos destacar: una mayor dilatación respecto a la inversión extranjera, disciplina fiscal, privatización de empresas públicas, desregulación del mercado laboral interno y protección de la propiedad privada, con la consecuente desprotección de los seres humanos, entre otros.
La celeridad con la que Carlos Menem abandonó el discurso salvador, de “salariazo” y “revolución productiva”, es digna de mención: adoptar el pliego de Washington se transformó en la prioridad Nº 1. Se aprobaron la Ley de Reforma del Estado y la Ley de Emergencia Económica. Por medio de esta última, se suspendieron las transferencias estatales y, con ello todo tipo de ayuda que el Estado pudiera brindar. No es difícil suponer que, en medio de la recesión generalizada, una política económica que tendiese a brindar solaz al grueso de la población, era contraria al sentido último del mandato norteamericano, reproducido aquí con inigualable fidelidad. La primera, por otra parte, abría el juego a un sistema de privatizaciones que, con el pretexto de desarticular el monopolio estatal de los servicios públicos, hizo posible que, en cada sector, las empresas adjudicatarias ejercieran un monopolio sin parangón: YPF, Aerolíneas Argentinas, Entel, Gas del Estado, Obras Sanitarias de la Nación, Caja de Ahorros y Seguros, Seguridad Social, Aeropuertos, Correo, el Mercado de Haciendas de Liniers, Energía eléctrica, ferrocarriles, plantas siderúrgicas, canales de TV. En palabras del Ministro de Obras y Servicios Públicos, José Roberto Dromi: nada de lo que deba ser del Estado, permanecerá en manos del Estado. “A confesión de partes, relevo de pruebas”, reza el aserto.
De la mano de Menem, llegaron también los indultos a los genocidas, y el intento de ocultar bajo la alfombra los años de plomo y lo que significaron. Además de absolverlos penalmente (la Iglesia los había absuelto cuando volvían de los vuelos de la muerte), por los crímenes de lesa humanidad, no se cuestionaría ya quiénes fueron los socios económicos de la dictadura, sus financistas. Al igual que el Consenso de Washington, la dictadura respondía a un proyecto más amplio, concebido bajo el título de Plan Cóndor. Como Franz Fanon, nosotros podemos aseverar que Oriente y Occidente son otro mito: el mundo se halla dividido entre los de arriba, y los de abajo. No nos extrañe, entonces, que toda la mierda nos venga de arriba. Hay una sentencia, muy cierta y dolorosa, que dice que la historia se repite, primero como tragedia y luego como comedia: el plan, como Sísifo y su roca, volvía a ponerse en marcha.
Menem fue el modelo de político que el capitalismo imploraba: dócil, mediático y genuflexo. En un contexto donde los tecnócratas celebraban la muerte de la historia y las ideologías, el riojano y su asiduidad a los programas de Mirtha Legrand, Susana Giménez y Marcelo Tinelli -la tríada mediática que monopolizaba la cultura de la pizza con champán-, sus paseos en ferraris último modelo, su devoción al botox, su gusto naif por el golf, etc., era el ejemplo vivo de que no hacía falta sembrar el terror desde el aparato represor estatal: bastaba con multiplicar los televisores y privatizar los canales. Lo demás, vendría por añadidura.
La lubricidad de la casta política del menemato, que incluía también a una oposición cooptada por el boom neoliberal, insistía en llamar relaciones carnales con los Estados Unidos, a lo que era, visiblemente, una violación en toda regla. Eufemismos malintencionados, como flexibilización laboral, invocada en nombre de la competitividad, servían para encubrir un mecanismo de atomización de los trabajadores, y engrosar las filas de desempleados que de por sí proliferaban. La mentira de la convertibilidad, el famoso 1 a 1, produjo una situación ilusoria de estabilidad, para una clase media en grave peligro de extinción. Como si la roca no fuera lo suficientemente pesada, en materia educativa, el Banco Mundial mandaba desfinanciar la inversión en educación, en pos de poder soportar mejor el pago de la deuda. Tal como está sucediendo en estos momentos, donde el congelamiento del presupuesto universitario ha suscitado multitudinarias manifestaciones en diversos lugares del país, aunque los mass-media elijan ignorarlas; en aquel entonces, el arancelamiento y subsidio privado para todos los niveles, y el corrimiento de la figura del Estado como garante de la educación, se hallaban en consonancia con la corriente privatizadora y con el desguace del sector público.
En cuanto a la deuda y la actualidad, Domingo Felipe Cavallo, asumió como Ministro de Economía en 1991, aclamado por los sectores neoliberales al ser reconocido como el estatizador de las deudas privadas de los grandes grupos económicos durante la dictadura: sí, por más que moleste, la deuda de la familia Macri incluída. En retribución, en el año 2015, un sobreseído Cavallo se paseó por todos los medios que le dieron lugar, declarando que su candidato era Mauricio Macri. Para Macri, Menem fue un reconstructor del país. Puede verse como todo queda entre socios.
La Justicia se había transformado en una parodia de sí misma, al aumentar de 4 a 9 los miembros de la Corte Suprema de Justicia, consiguiendo una ridícula mayoría que no ponía en tela de jucio, irónicamente, ninguna de las decisiones presidenciales; y garantizar, por otra parte, que ninguna de las causas en su contra prosperara.
En el año '92, se producen los atentados contra la AMIA y contra la embajada de Israel. El saldo es de 116 muertos y alrededor de 550 heridos. La pista de complicidad salpica al presidente y su entorno, como también a altos mandos de las fuerzas de seguridad. Entre estos últimos, quien destaca sobre los demás, es Jorge “Fino” Palacios, a quien Mauricio Macri, en el año 2009, en medio de críticas encendidas, y con una fuerza negadora sin igual, nombrará al frente del esperpento que significará su policía metropolitana, teniendo como referente inmediato a la Unidad de Control de Espacios Públicos (UCEP), organismo creado a fin de golpear y remover gente en situación de calle.
Pese a la combatividad que la CGT demostrara en la década anterior, durante el sultanato de Menem se hará oir recién a partir del año '98, con dos huelgas generales. En contraposición, se crearán la Central de Trabajadores Argentinos (CTA), el Movimiento de Trabajadores Argentinos (MTA) y la Corriente Clasista y Combativa (CCC).
La caída de la imagen de Carlos Menem, mimado por los medios de comunicación, se dio recién cuando los escándalos por corrupción tomaron las dimensiones de una vaca dentro de un ascensor, atravesando a toda la clase política, pero también a los sectores empresariales, que especulaban con enriquecerse a costa del escaso control estatal. En 1997, la ALIANZA (UCR – FrePaSo), consigue una significativa victoria en las elecciones legislativas y sentará un precedente para las ejecutivas a celebrarse dos años después. A estas alturas, la bonanza ficticia era un recuerdo. El caos social no podía dejar de reflejarse en los medios. La roca en la cima y despeñándose...
Acusado por asociación ilícita, estuvo recluído 167 días en una quinta en Don Torcuato, en el año 2001. El mismo año en que se desató la tempestad, cuyo viento se sembrara diez años antes. Desde allí participó de algunos sketchs para El show de VideoMatch.
Lejos de retirarse de la vida política, el riojano sigue siendo integrante del PJ, y, aunque parezca una burla, su voz sigue teniendo algún peso. Incómodamente, para algunos de nosotros -sino para la gran mayoría-, como Senador por el Frente para la Victoria, Menem es como un tío que en las reuniones familiares se pone en pedo y nos hace pasar vergüenza. Más, si tenemos en cuenta que a su edad, con juicios encima por tráfico de armas a Croacia y Ecuador durante su mandato, goza de una impunidad apabullante, además de una jugosa jubilación como ex-presidente. Menem no es como Sísifo, sino como su piedra.
En cuanto al absurdo, el eterno retorno al que, parece, estamos condenados, el discípulo predilecto de Carlos Saúl, Mauricio Macri, tomándolo como referencia, envió a los Estados Unidos un documento titulado Argentina: land of opportunities (Argentina: tierra de oportunidades). En busca de inversiones extranjeras, y con espíritu similar al del Consenso de Washington, destaca el clima de prosperidad que dejó el mandato anterior, aunque de cara al pueblo hable de pesada herencia y, para los medios, el país hubiese estado a punto de explotar.
La gran diferencia con el mito, es que nuestra situación no se debe a la fatalidad. Como afirma Galeano, no es un oscuro designio de los astros, ni un castigo de los dioses: nosotros somos los responsables últimos, elegimos la montaña más empinada y la roca a la cual empujar. Las únicas formas de romper esa rueda, parecen ser: empujar todos juntos, o dejarnos aplastar por el peso de la piedra. 
 
 
 
Juan Bautista Martínez (Columnista)
 
 
 
Referencias:
 
- Breve historia contemporánea argentina - Luis Alberto Romero (Fondo de Cultura económica de Argentina, 1994)
-¿Qué pasó en eduación argentina? Desde la conquista hasta el menemismo - Adriana Puiggrós (Kapelusz, 1996)

domingo, 8 de mayo de 2016

ARMISTICIO

 
El tratado de Versalles (1919), no sólo significó el final de la Primera Guerra Mundial, sino la aceptación, por parte de Alemania, de toda la responsabilidad por el conflicto. Como penitencia, el país teutón perdió una parte considerable de su territorio, además de tener que indemnizar a las potencias vencedoras, y restringir el uso de su ejército.
El sentimiento nacional hubo de verse ultrajado por dicha aceptación de cargos y, en este contexto, se produce la caída de la República de Weimar, en el año 1933, y el ascenso de Adolf Hitler y el régimen nazi al poder. Todos sabemos cómo se viene la mano a partir de aquí.
Determinar que el apoyo al nacionalsocialismo se debió pura y exclusivamente al patriotismo herido, sería parcial. El pueblo alemán se sometió de buena gana al régimen, porque creía, tenía fe en la palabra del líder.
El psicólogo social (o sociólogo psicológico), Erich Fromm, se ocupó de desentrañar las profundas raíces de ese autosometimiento, extrapolando las herramientas del psicoanálisis a los procesos históricos.
¿Cómo el ser humano tiraba por la borda siglos de luchas por la libertad?
¿Cómo, después de haber conseguido romper cadenas tan pesadas, los seres humanos volvíamos (y volvemos) a preferir una seguridad ilusoria, en la figura del líder, antes que la libertad de construir colectivamente una sociedad más inclusiva, más igualitaria o más, sencillamente, humana?
Un análisis de “El miedo a la libertad”, la obra de Fromm a la que estamos haciendo referencia, supone un desafío que correspondería a un trabajo académico, para el que no disponemos de tiempo, por eso vamos a limitarnos a resaltar, a grandes rasgos, algunos de los motivos que el pensador señala como más importantes.
El hombre, nos dice este pensador, se había impuesto sobre la naturaleza, se había liberado de la presión de la Iglesia y del Estado. Se pensaba, entonces, que los sistemas autoritarios, como el nacionalsocialismo alemán o el fascismo italiano, no hallaban asidero en el mundo moderno. Eran explicados mediante la locura de algunos pocos. Otra explicación tenía como argumento que, en estos países, el problema se debía a un ejercicio débil de la democracia, por lo tanto era cuestión de tiempo nada más el que se alcanzara la madurez necesaria. Lo cierto es que el fascismo, en cualquier Estado contemporáneo, de los que Alemania e Italia fueron el paroxismo, tiene lugar porque las personas se lo damos. O, mejor dicho, porque nosotros lo deseamos, al sentirnos indefensos con nuestra libertad.
El filósofo argentino José Pablo Feinmann, se plantea la imposibilidad de la existencia de Dios y Auswitchz al mismo tiempo. Los números del horror, hablan de 60 millones de asesinados entre los campos de exterminio, los trabajos forzados, los experimentos médicos, las cámaras de gas, los enfrentamientos armados y las bombas atómicas. Slavoj Zizek, otro filósofo contemporáneo, de origen esloveno, toma el testimonio de una superviviente del Holocausto, y señala que del horror puede aprenderse, pero no necesariamente. El horror es eso, y no debería existir.
En una guerra, la primera víctima es la verdad”, la frase, que nos citó el maestro Xavier Reik, hace algunos años, en un análisis acerca de la situación socio-política de Libia tras la invasión norteamericana y el fusilamiento de Khadaffi; bien podría pertenecer a Sun Tzú o a Maquiavelo. Joseph Goebbels, ministro de propaganda hitleriano, sentó las bases del sistema publicitario actual. Toda publicidad es una falsedad, dirigida al más elemental de los ciudadanos, con el fin de abarcar todo el espectro de potenciales consumidores. Es decir, a todos. Valiéndose de ésta, el nazismo estableció su hegemonía, y los aliados, mediante el mismo recurso, se transfiguraron en los héroes absolutos, y justificaron la suelta de las armas de destrucción masiva más peligrosas del mundo, en Hiroshima y Nagazaki.
Tal vez a esto se deba la sobre-explotación hollywoodense de la figura de Hitler, encumbrándola como si fuera un demonio omnipotente, despojándola de toda humanidad y cercenando de cuajo cualquier posibilidad de análisis histórico de las causas y consecuencias. Vemos, un poco, cómo desde ambas partes se juega con la deshumanización, puesto que para los nazis, judíos, negros, homosexuales, gitanos, etc., constituían una especie de sub-humanidad. Para ellos, el ideal del ario supremo justificaba ciegamente la barbarie: había que purificar la raza, la raza humana. Pero también para nosotros es fácil caer en la ambigüedad de la justificación positivista: es el ser humano, en efecto, el hacedor último del horror, éste no proviene de un mandato divino, por más venia vaticana con que se contara.
Poco se habla de las multinacionales que se vieron más que beneficiadas, como Coca-cola o Hugo Boss; ni de los organismos financieros que aportaron al conflicto, como la todopoderosa familia Rotschild, propietaria de la cadena de bancos más importantes y miembros del club Bilderberg, junto a los demás ideólogos del Nuevo Orden Mundial. Sí, la vida es bella.
Establecer dónde acaba el hecho histórico y empieza la propaganda yanqui se vuelve un desafío, si tenemos en cuenta que la historia la escriben los que ganan. Además de que resulta sumamente fácil ser tildado de antisemita, si uno se atreve a indagar un poco en el relato oficial de los Estados Unidos.
Este postula, entre otras cosas que se derivan luego, que el sistema capitalista funciona como garantía para la libertad. Liberalismo, libre comercio, libre cambio, libre etc. Pero usar -y abusar- de un término para adjetivar un algo, no hace de ese adjetivo algo real, sino que lo impone por mera repetición; Goebbels puro: “miente, miente, que algo quedará”.
Quisiera articular un poco la doctrina goebbeliana con el concepto de libertad de prensa. El Martes 03 de Mayo se celebraba esta otra mentira sistemática, difundida y defendida a capa y espada. Aclaremos, para que no nos repudien infundadamente, que siempre vamos a estar a favor de que cualquiera pueda expresarse, pero ¿puede ser esto posible si el espectro mediático continúa sin democratizar? Respuesta retórica para una pregunta de igual naturaleza.
Honestamente, creo que es muy entristecedor ver y oír cómo los profetas de la propaganda macrista hacen alardes de la libertad de prensa, a la vez que eligen callar el despropósito que se ha hecho con la Ley de Servicios de comunicación audiovisual, la disolución del AFSCA, el cierre de medios y el despido de periodistas más que calificados. La libertad de prensa se cambió deliberadamente por lobby mediático, y la única realidad que parece existir es la que dicen los oligopolios mediáticos que existe: que Macri es un empresario honesto y que la novela con más raiting es la de Lázaro Baez. No hay inundados ni situación de emergencia, ni despedidos -insisto-, ni devaluación.
Una realidad, es que la libertad, lejos de ser una garantía para todos, es un privilegio para los que más tienen. La igualdad de oportunidades, esa meritocracia que postula cínicamente una publicidad de rodados muy actual, es una mentira odiosa que no toma en cuenta la injusticia inherente a un sistema que propicia la explotación del hombre por el hombre, la concentración de riquezas y la miseria estructural. Los países periféricos, que históricamente hemos financiado el desarrollo de las potencias de turno, sabemos que las recetas económicas del capitalismo central sólo alimentan las desigualdades sociales y, por ende, la injusticia.
Los ciclos de la economía central, sí o sí, en algún momento nos dejan, hablando mal y pronto, con el culo al aire, cuando no en una crisis terminal, como nos pasó en 2001, y como le sucedió en estos últimos años a España, Portugal, Islandia y Grecia. A propósito de esta última, vale destacar el avance de grupos neonazis, como el denominado Amanecer dorado, inconcebible en un contexto que no sea el de una crisis del sistema, como no se experimentaba desde los años de la Gran Depresión. Por ende, una cosa no puede existir sin la otra. La desigualdad genera inseguridad: ¿de qué nos sirve esa libertad, por lo demás ficticia, si no vamos a tener ni para comer?
Retomando un poco el tema de los ciclos económicos, la recesión que estamos atravesando en el país, que nuestro gobierno ha decidido paliar deshaciéndose de los argentinos, en primer lugar, también ha conseguido catalizar ese espíritu fascistoide -que, por otra parte, siempre ha estado vigente- en grupos como Los Pampillones en Mar del Plata, identificados con el neo-nazismo, o directamente vinculados al gobierno nacional, como los agresores de los integrantes de Boca es pueblo, el pasado miércoles 05 de Mayo. Pero la libertad de empresa habla de Lázaro Baez.
Celebrando los 71 años de la deposición de armas, por parte de Alemania, cabe cuestionarnos, como Walter Graziano, si no será Hitler quien realmente ganó la guerra.
Nosotros, por nuestro lado, asistimos a otro armisticio, más visceral, más doloroso: el de la entrega tanática de nuestra soberanía mental, a la misma derecha oligarca y bruta que nos paseó en pelotas durante más de la mitad de nuestra corta experiencia democrática. Lo dijo la propia Gobernadora de la Pcia. de Buenos Aires, María Eugenia Vidal: “venimos a cambiar futuro por pasado”. Lo que no sabíamos, era que se refería a uno tan funesto.
 
 
 
Juan Bautista Martínez (Columnista)



Referencias:
- “El miedo a la libertad” - Erich Fromm
- “Hitler ganó la guerra” - Walter Graziano
- “Filosofía y religión - Clase Nº 2” - Jose Pablo Feinmann

domingo, 1 de mayo de 2016

20 de Febrero - Día de la Justicia Social


Hay efemérides que se nos hace difícil abordar, debido a lo escaso del tiempo con que contamos, y a lo amplio de las mismas. Para hablar de Justicia Social, necesitaríamos un programa completo, las dos horas, y eso sin pasar música.
De modo que nos despacharemos con una breve reflexión. Sí, reflexión y no reseña, porque parece mentira que, hoy por hoy, a 227 años de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano - ya partimos de una injusticia al hablar de hombre y no de hombres y mujeres, por ejemplo, distinciones semánticas que no son tan inocentes - parece mentira, decíamos, que la Justicia Social todavía siga perteneciendo al terreno de lo ideal, de lo que 'debiera' ser.
Es que ¿es posible la Justicia Social mientras no haya igualdad de oportunidades para todos? La respuesta, a riesgo de ser terminantes o pesimistas, es un rotundo NO; una va de la mano de la otra.
¿Y puede haber igualdad de oportunidades mientras unos pocos acumulan cada vez más, y otros muchos quedan, como dice Galeano (dice, sí, hoy, como nunca, el autor de "Las venas abiertas..." sigue vigente), a la vera del camino, sin un trabajo y sin opciones, o con sueldos de hambre, o con jubilaciones paupérrimas... pregunta retórica si las hay.
Y ni hablar de la promesa de balas y represión para el que proteste manifestando su disconformidad. Así que, parece que más que celebrar la Justicia Social, a lo sumo podemos recordar que, en un día como hoy, algunos países se pusieron de acuerdo en ser políticamente correctos, para enumerar 17 puntos de cómo debiera ser un mundo donde las personas tuvieran todos las mismas oportunidades, los mismos derechos, sin importar su sexo, idioma, color de piel, credo o ideología política; y reconocer que estamos lejos, lejísimos de conseguirla.
Pero tener presente, también, que esto, de ninguna manera significa una renuncia, todo lo contrario; sino dejar en claro que la lucha está más viva que nunca, que lejos de apagar el fuego, sólo han conseguido enardecerlo. Y que no vamos a bajar los brazos, por más oscuro que se vea el horizonte, o que no se distinga entre tanta mugre, porque sabemos que en él está la utopía, y hacia ella caminamos, por más grilletes que nos quieran poner, tanto en el alma como en los pies.
 
 
 
 
 
Juan Bautista Martínez (Columnista)

08 de Marzo - Día Internacional de la Mujer


Muchas culturas antiguas, afirman que en los albores del tiempo, existía un ser primordial, que reunía en sí ambos sexos: el hermafrodita era ese ser completo, que fuera dividido en dos para originar a toda una especie. En "El banquete", de Platón, Aristófanes narra la historia de este ente primigenio, del cual cada uno de nosotros desciende. Y cómo vamos buscando nuestra contraparte para alcanzar nuevamente la unidad, a través de la pulsión erótica.
Para introducirnos en materia, nos pareció más afortunado referirnos a este mito, que al mito edénico de tradición judeocristiana, que pone el acento en la primacía del varón, su costilla, la sierpe, la tentación y la manzana.
Resumiendo... este próximo Martes 08 de Marzo, estaremos conmemorando otro Día Internacional de la Mujer, en homenaje a la lucha de todo un género por conseguir un pie de igualdad con el hombre, desde el que batallar, en este nuestro bendito mundo donde resulta imperioso estar afirmando, una y otra vez, lo evidente. Porque, a ver, ¿alguno de ustedes duda acerca de dicha igualdad? Bueno, aunque parezca un lamentable anacronismo, mucha gente, en diferentes partes del globo, todavía lo hace. Y, creemos, que es a eso a lo que apunta esta conmemoración, este homenaje. A re-afirmar lo obvio.
Haciendo una búsqueda histórica, nos encontramos con movimientos de obreras textiles que datan de 1852. Pero, sin duda, el más significativo, por trágico, sea el del 08 de Marzo de 1908, en el cual más de cien trabajadoras de la fábrica textil Cotton, en EEUU, fallecieron en un espantoso incendio, mientras se manifestaban atrincheradas en dicha fábrica, en el marco de una movilización iniciada el día 05 de Marzo -por lo que se estarían cumpliendo, en el día de hoy, 108 años-, exigiendo mejoras en las condiciones de trabajo, que comprendían desde la reducción de la jornada laboral a 10hs., hasta un tiempo para poder amamantar a sus hijos. Se cree que el incendio fue provocado por las autoridades de la propia fábrica, hay quien afirma que por el mismo dueño, en categórica respuesta al reclamo. Sea esto cierto o no, de ningún modo amortiza lo trágico de su desenlace.
Al año siguiente, 1909, se declara en USA el 28 de Febrero, como el Día de la Mujer, y el mismo se mantendrá hasta 1913. En 1910, se le confiere carácter internacional, en reconocimiento y apoyo a la lucha de las mujeres para que se les reconozca su derecho a sufragar. Un año después, Alemania, Asutria, Dinamarca y Suiza, celebran el 19 de Marzo como Día Internacional de la Mujer, con grandes movilizaciones que reclaman el derecho al trabajo, a la formación profesional y a la no discriminación laboral. Hacia 1913-14, en medio de manifestaciones a favor de la paz, en un contexto de pre-guerra, mujeres rusas celebrarán el último domingo de Febrero, mientras que en el resto de Europa se mantendrá el 08 de Marzo.
No será sino hasta 1917, en respuesta a la muerte de alrededor de 2 millones de soldados rusos por la Gran Guerra, que grupos de mujeres declararán una huelga de "pan y paz", en medio de un clima tumultuoso para el regimen zarista. Cuatro días después, el zar abdica al trono. El gobierno provisional se hace eco del reclamo. (según el sitio www.un.org) La fecha, según el calendario juliano, es del 23 de Febrero, el cual, traducido al sistema gregoriano, corresponde al 08 de Marzo.
Más, no será sino recién en 1945, que las Naciones Unidas redactan una carta para afirmar la igualdad de mujeres y hombres. Pero, con su marcha de tortuga, es en 1975 (1977, según otro portal) -Año Internacional de la Mujer- que este organismo celebra por primera vez el 08 de Marzo como El Día Mundial de la Mujer.
Según las Naciones Unidas, el empoderamiento de la mujer sigue siendo prioritario de cara al presente. De seguro nadie puede negar el enorme avance en pos de la igualdad de derechos, conseguido al fragor de luchas ininterrumpidas, con sentidas bajas en el camino, y, casi siempre, a contramano. De todos modos, creer que hemos alcanzado el pináculo en el reconocimiento de derechos, no sería sólo iluso, sino también malintencionado: todos los días tenemos que presentar batalla, porque, como afirmábamos antes, son tiempos que nos sorprenden explicando lo evidente.
Y, al margen de personalismos, no estamos celebrando un día "para las mujeres". Creerlo implicaría perpetuarnos, tanto en el error como en la injusticia, es un día de reflexión en torno a las luchas por la justicia de la humanidad toda. Mujeres, hombres, viejos, niños/as, etc. Esto nos concierne a todos. Y a todas, porque una conquista de la justicia, engrandece al conjunto. Y reivindicar la lucha femenina no es, sino, dignificar al género humano en su completud.
 
 
 
 
Juan Bautista Martínez (Columnista)

24 de Marzo - Día de la Memoria por la Verdad y la Justicia


Sin ánimo de herir susceptibilidades, pocas cosas me parecen más insinceras que los actos escolares. Quizás se deba a esa especie de solemnidad artificiosa que se busca imponer para "honrar" o "conmemorar" sucesos que ocurrieron en un pasado que se presenta casi onírico: los héroes y sus gestas, inmortalizados en los mármoles, en los bronces y en los lienzos, pierden casi todo rastro de humanidad, mientras el/la docente se dirige a los 'directivos, padres, alumnos y demás docentes', con una modulación afectada, para contribuir a la petrificación de la Historia en un texto de, aproximadamente, 500 palabras, donde, intencionada y calculadamente, queden afuera el cipayismo y la xenofobia de Sarmiento, o el entreguismo y el gusto por las niñitas de Justo José de Urquiza, o el cagazo que habrán sentido los granaderos al ir a matarse con los realistas.
No es para menos: eso no da para estar recordándolo dentro del recinto escolar, donde hasta decir "culo" se considera una falta y, sin embargo, decir "ano" es sinónimo de educación, aunque el significado sea el mismo: el agujero por donde sale la mierda.
Lamentablemente, parece que supiéramos más de mierda que de Historia. Aún cuando nuestra Historia de dictaduras abunde en ella.
Y abrevando en esta hipocresía semántica, los dictadores no veían con buenos ojos, ni oían con buenos oídos, que se refierieran a sus dictaduras como tales, así que, en su inmensa creatividad, a lo largo del Siglo XX, optaron por llamarlas, "Revolución Libertadora" en el '55, o "Proceso de Reorganización Nacional" en el '76.
De esta última se cumplieron 40 años el pasado Jueves y, desde luego, no fue una más.
El 24 de Marzo de 1976, se instauró la etapa más macabra que vivió este país, en consonancia con el resto de América Latina, siguiendo los lineamientos del "Plan Cóndor". Lo que la diferenció de sus predecesoras, fue la perversidad y la determinación genocida, en cuanto a los métodos para ejecutarla.
No fue una guerra, como nos quieren volver a imponer. Fue TERRORISMO DE ESTADO; es decir, el miedo, el horror, la angustia, planificados y puestos en práctica desde el Poder. Mediante persecución, detenciones, vejaciones, torturas, fusilamientos, vuelos de la muerte despariciones y robo y apropiación de bebés, se buscó acallar cualquier disidencia respecto a la consolidación de un modelo económico e ideológico que, no nos engañemos, no era nuevo, sino el mismo que ha estado vigente casi siempre en nuestro país: el que imponen las potencias a los pueblos fructíferos en recursos y estériles en voluntad.
Consentido por una buena parte de la población civil, perpetrado por las fuerzas armadas, bendecido por la cúpula eclesiástica, pero, fundamentalemnte, exigido por los grandes sectores económicos del '76 al '83, en Argentina, se eliminó a una generación completa. Se la asesinó, se la masacró, se desaparecieron sus restos y se apropiaron de sus descendientes.
Se consolidó así lo que buscaban. Porque, es duro reconocerlo, pero ellos ganaron. Los dictadores. Los genocidas. Ganaron. Ellos impusieron su ideología (que no se reconoce como tal), arraigada en todos, de una forma u otra. El capitalismo, el "american way", el neoliberalismo. Acá no se trató ni se trata de otra cosa. Duele, pero es eso.
El dolor y el deseo de Justicia, han sido los pilares de la lucha, desde el retorno de la democracia a esta parte -y desde antes con las Madres alrededor de la pirámide-; pero recién pudieron comenzar a hacerse eco a partir del año 2003, anuladas las leyes de Obediencia Debida y Punto Final, de Alfonsín, quien los había llevado a juicio previamente, y los indultos menemistas. Y, de a poco, muy lentamente, pudieron ser llevados al banquillo de los acusados, muchos, pero a la vez pocos, de los responsables militares y, de esta forma, más lentamente aún, empezaron a abrirse las investigaciones sobre los responsables civiles.
Eso no puede pasar. Ellos, algo así como Los Ellos de "El Eternauta", porque cambian algunas caras pero no la esencia, no lo van a permitir, porque su hegemonía depende de seguir siendo, apenas, sombras en la caverna. Habiendo perdido una porción del poder político, que es apenas una parte del poder real, contraatacaron y se hicieron otra vez con el mismo: "Acá mandamos nosotros, no se olviden", parecen decirnos cuando nos dicen #volvimos... digo, #cambiemos.
Re-pensarlo, para muchos, significaría un cuestionamiento tan profundo de su propio ser, de su propio pensar, una afrenta tan mayúscula a su cómoda bruteza, que simplemente elegirán seguir haciendo zapping.
Hasta el Jueves pasado, me sentía inclinado a pensar que era inexorablemente así. Que nuestra sociedad había vuelto, por decisión propia y no a punta de fal, al acartonamiento de los conceptos y de los significados, pero ver esa Plaza de Mayo rebosante de buena salud, esa garra de Madres y Abuelas que no claudican, y hasta el propio parque de mi ciudad, inusualemnte concurrido, me devuelven un poco las esperanzas de que somos bastantes los que elegimos no desconocer la Historia, cambiando las denominaciones para que no cambie nada, o no cambie mucho. Y pueda decirse en un acto escolar.
Retomo la reflexión del filósofo Darío Sztajnrajber, acerca de la facilitación de los métodos de exteriorizar la memoria. Él afirmaba, basándose en Platón, que cuanto más fácil se nos daba recordar, ayudados por elementos externos (Platón se refería a la escritura), menos peso tomaban los recuerdos, en cuanto se nos hacía demasiado fácil asequirlos, y que, por lo tanto, la Memoria no era solamente un concepto, sino un ejercicio constante, porque sino los contextos mutan y los significados se pierden. Con eso han jugado siempre Los Ellos: los Videla, los Macri, los Astiz, los Fortabat, los Martínez de Hoz, los Cavallo, los Menem, los Macri..., con el vaciamiento de los significados y con el bastardeo de la Memoria.
De modo que, no olvidándonos que ganaron es que tenemos que luchar. Ellos ganaron siempre, esta vez fueron las elecciones...
¿Vamos a resignarnos o vamos a resistir?
Sigamos resistiendo desde la Memoria.
 
 
 
 
 
Juan Bautista Martínez (Columnista)

SEGUIMOS GANANDO


Lejos de la frivolidad catódica que supuso un archi-conocido reallity-show, George Orwell nos legó, allá por 1949, una de las, a mi parecer, críticas más agudas a los regímenes totalitarios y a los mecanismos de control por estos utilizados. “1984” plantea un mundo distópico, en el que los ciudadanos son vigilados constantemente, a través de los dispositivos audiovisuales que ejercen, también, el adoctrinamiento; donde la menor disidencia es denunciada a las autoridades y donde el Ministerio de la Verdad se encarga de falsear la Historia y el Ministerio de la Paz se dedica a fabricar una guerra interminable.
Respecto de este último, digamos que, cuatro años después finalizada la 2da. Guerra Mundial, Orwell se adelantaba a Robert McNamara, quien, en 1968, como Secretario de Defensa de los Estados Unidos de América, instigó mediante manipulación mediática de la opinión pública, la masacre de más de 1.100.000 vietnamitas y de más de 58.000 estadounidenses, en la que fue, sin duda, su invención más nefasta: la Guerra de Vietnam.
Y es que, desde mucho antes, y más impúdicamente desde entonces, las guerras se fabrican con una sofistificación cada vez mayor; ya que constituyen, junto al dinero y al éter, la tríada que sustenta el poder imperialista en todo el globo.
En América Latina, durante los años de plomo (y sangre, y barro, y miedo) extendió, el poder imperial, un manto de oscuridad, donde, asistidos por los principales medios de comunicación de masas -censurados otros-, logró hacer pasar como “normal”, aunque durante corto tiempo, una situación de violencia y represión atinente a consolidar su poderío económico y aniquilar la subversión en estos países de la periferia del Sistema.
En Argentina, particularmente, la Junta Militar hizo uso de dos recursos que le permitieran distraer y ganarse la confianza del grueso de la población, mientras se torturaba y se desaparecían personas: un Mundial de Fútbol, en el año '78, y una guerra en el '82, exacerbando esa cuestión patriótica que a los argentinos nos gusta enarbolar, cuando hay algún evento de índole internacional, pero que permanece adormecido cuando, por ejemplo, están destruyendo la industria nacional.
Pasada la euforia por el triunfo futbolístico, abrazo del alma, hacia el año 1982 el daño causado por el plan económico de José Alfredo Martínez de Hoz era insostenible. Con una deuda externa de alrededor de 45 millones de dólares, sumado a los reclamos de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo y los organismos internacionales de DDHH, además de su propia inutilidad para gobernar, la Junta Militar se debatía en cómo continuar en el poder y, en medio de ese naufragio, el manotazo último fue uno que los hiciera ver como héroes: una guerra por la recuperación de las islas Malvinas, ocupadas por Gran Bretaña desde 1833.
Repasemos. Las cuestión de las islas Malvinas no tiene real discusión, las islas Soledad y Gran Malvina, y las islas Sandwich del Sur y Georgia del Sur, se encuentran ubicadas dentro de la plataforma submarina de la República Argentina, a millones de kilómetros del Reino Unido de Gran Bretaña; pero sobre todo, no tiene lugar la existencia, en nuestro siglo, de colonialismos ni monarquías.
Esta situación de ocupación, casi desde su mismo descubrimiento, sirvió para hacer aflorar el espíritu patriótico y que el pueblo apoyara la histeria infantil de un borracho genocida, para enviar adolescentes y jóvenes sin la adecuada preparación y escasos de pertrechos, a que se mueran de frío y de miedo, enfrentando a una potencia bélica erigida sobre la piratería y la guerra.
Lo que duele, lo que enoja, mención aparte del Mayor Aldo Rico, alias el cobarde de Malvinas, arrancándose las ginestas para que lo confundan con un soldado raso, es la manipulación de un reclamo legítimo, y la consecuente muerte de 649 argentinos, más los 1.078 que resultaron heridos, los posteriores suicidios a la vuelta y los traumas acarreados de tan austral desolación. Todo eso y el pueblo vivando a Galtieri en la Plaza de Mayo. Duele el crucero Gral. Belgrano, hundido una vez finalizada la guerra. Duele Margaret Tatcher. Duelen Chile y los Estados Unidos, y el tratado de asistencia recíproca entre países americanos.
Pero sobre todo duele el olvido.
Ucrónicamente, podríamos afirmar que, si el resultado de la guerra hubiese sido favorable a la Argentina, lo que se hubiese traducido en un triunfo de los milicos, hubiesen legitimado su poder y, quizás, los hubiésemos tenido un tiempo más en el gobierno. Como eso no pasó, sino que tuvo lugar otra carnicería de chicos, a los genocidas no les quedó otra que llamar a elecciones, darnos el beneficio de la democracia y que nos arregláramos y arregláramos, a su vez, sus crímenes.
La deuda externa, contraída por la dictadura militar, había ascendido desde 1.976 a 1.983, fecha del retorno a la democracia, de 4 millones de dólares, cuando se fue Isabel, a 45 millones de dólares, cuando asume Raúl Alfonsín. Desde entonces, con más o menos espíritu entreguista, los distintos gobiernos que han pasado, han hecho especial hincapié en pagar sumisamente al FMI o al Banco Mundial, que en lograr cierta independencia económica. Simplificando un poco la cuestión, es difícil generar riqueza para desarrollar un país y, a la vez, pagar una deuda sideral, cuando se elimina sistemáticamente a la industria nacional y todo hay que compararlo de afuera. No hay forma de sostener eso en el tiempo, sin perjuicio del propio pueblo, fundamentalmente de sus sectores más humildes, porque es el pueblo el que paga los pasivos, los gobernantes pasan, nos endeudan, arruinan y se van. Aunque después volvamos a votarlos.
Por si no tuviéramos suficiente, nuestro sistema capitalista, que le otorga más importancia al dinero y a los objetos que a las personas, ha sido propicio para el nacimiento de fondos denominados “buitre”, que no son otra cosa que capitales de libre inversión que invierten en deudas públicas de entidades, o Estados, que se hallen en situación de premura o imposibilitados de pagar todo junto.
El Gobierno anterior llevó adelante políticas destinadas a saldar la deuda externa, mediante la aplicación de las Leyes Cerrojo y de Pago Soberano; buscando una forma de pagar sin que los intereses se coman la ganancia que puediera invertirse en el país.
Aunque parece que algunos de sus ex-funcionarios sintieran que se equivocaron durante años, ya que, junto al régimen macrista que, hay que decirlo, no gobierna para la mayoría de la población, sino para los sectores concentrados de poder, retomaron la práctica de endeudarse a futuro por miles de millones de dólares, para que nuestros nietos no pierdan la oportunidad de nacer hipotecados.
El silencio mediático sigue siendo axial en toda esta parafernalia, ayer decían “Vamos ganando”, mientras los jóvenes que peleaban valientemente en Malvinas se cagaban de hambre, aunque a lo largo y ancho del país se realizaban colectas y se vendían cadenitas y alhajas para juntar fondos destinados a colaborar con ellos. Y cuando podían burlar la vigilancia de los mandamases, que se quedaban refugiados, atiborrados de víveres, mientras disponían de los pibes como carne de cañón, eran estaqueados por éstos últimos.
Hoy, la mayoría de los diarios, canales de TV, emisoras de radio y portales web, hablan del triunfo de la derogación de las leyes cerrojo y de pago soberano, como la oportunidad para que vengan inversores extranjeros, desconociendo a conciencia que la glocalización, lejos de ser un concepto simpático, pone de manifiesto la insignificancia de los recursos humanos frente a las multinacionales.
Otros medios prefieren dedicarle toda su programación a los reallity-shows, pero sin llamarse nunca a sí mismos al “confesionario”.
El Ministerio del Amor manda a reprimir trabajadores, y el Ministerio de la Paz hunde barcos chinos.
No hay duda, seguimos ganando.
 
 
 
 
 
Juan Bautista Martínez (Columnista)

FÁBULAS


Re-pensada a la luz de un análisis, apenas, más profundo, la fábula de la hormiga y la cigarra, nos arroja a la cara la insoportable falta de solidaridad de parte de la pedante hormiga, antes que enseñarnos una lección acerca del trabajo. En el relato, la cigarra moría de frío y hambre, por haber osado divertirse durante los calurosos días de verano, mientras la primera se afanaba en acaparar alimentos con que sobrellevar el invierno.
Se ha naturalizado, desagradablemente a mi gusto, el escuchar, en diversos ámbitos, auto-denominarse a buena parte de la población como “los que trabajan” (como hormigas), en flagrante oposición a una supuesta porción de peligrosas “cigarras” que viven a costillas suyas. Pero, aun dentro del colectivo de hormigas, las mismas establecen una marcada diferencia entre quienes pertenecen al sector privado, considerándose a si mismas como las verdaderas laboriosas, y quienes se desempeñan dentro del sector público.
Ese “Estado” que conformamos todos nosotros, insectos soberbios. Aunque no siempre en función de las necesidades de todos.
Suele enseñarse, dentro de los espacios pertinentes, que dicha institución tiene, por lo menos, dos funciones bien marcadas: como “nivelador”, para que los que tienen más no arrasen con todo, y para que los que han sido menos favorecidos no terminen de caer en la más abyecta miseria. Viéndolo así, el Estado sirve como salvoconducto del status quo: asegura que haya quienes tengan más y que otros sean, en efecto, menos favorecidos. No significa un cambio real, ni para mejor ni para peor, sino un equilibrio bastante cuestionable.
O bien, según otra interpretación, como garante de los intereses de la clase dominante.
La “Gran Depresión”, producida con la caída de la bolsa de Wall Street, en los años de 1929 y 1930, dio lugar a un re-planteamiento profundo del rol del Estado, antes visto sólo como el estadio donde se jugaban los partidos de los poderosos.
En la fábula del labrador y la serpiente, el noble trabajador recoge una serpiente aterida, a fin de cuidarla hasta que sane e, incautamente, recibe el saludo mortal cuando su huésped despierta.
Como la serpiente, el circuito económico occidental había sufrido un revés que lo dejó zaherido. El labrador que lo acobijó en su seno, se llamó John Maynard Keyness.
Este pensador logró que se re-valide al Estado como un agente activo en la economía, y eso decantó en el llamado “Estado de bienestar”, es decir, brindando servicios en reconocimiento de derechos sociales. Porque “donde hay una necesidad hay un derecho”. Y eso no es fábula.
El keynesianismo se erige, entonces, como una forma de “humanizar” el capitalismo, para que no se fagocite a sus propias crías. Pero éste, como la serpiente de la fábula, muerde a quien le salva la vida.
Criticado por quienes conciben la vida humana pura y exclusivamente desde la óptica de la competitividad empresarial, el Estado de bienestar entra en crisis cuando el capitalismo se robustece. Pero, aún hoy, numerosos países adoptan, totalmente o en parte, políticas económicas de corte keynesianas y neo-keynesianas, aunque no sin resistencia de parte de los sectores concentrados de riquezas.
Éstos, cuando gozan de buena salud, y siguiendo el mandato de las potencias que conforman el capitalismo “central”, buscan reducir y, si es posible, eliminar, la injerencia del Estado en el circuito económico, porque sigue viva su fe clásica en la auto-regulación de la economía. Consabida falacia, fácil de comprobar si uno se detiene a observar el derrotero histórico de, sin ir más lejos, nuestro país.
Argentina siempre ha sido blanco de políticas rapaces, aceptadas mansamente por los sucesivos gobiernos, pero que alcanzaron la cúspide de la legitimidad con el Consenso de Washington, otra fábula, que exigía el achique del Estado. Y que llevó, entre otras cosas, a la hecatombe en 2001.
Vivado por buena parte de los periodistas estrella de los mass-media, Bernardo Neustadt, por ejemplo, el desguace del Estado no significó sólo el desprendimiento de sus activos vertebrales, sino el despido masivo de la gran mayoría de sus empleados.
La ecuación es simple: un Estado presente tiene amplia influencia en las decisiones económicas, porque considera que la economía tiene que estar al servicio de la política y no al revés. Como ejecutor de esas políticas, debe hacerlo mediante diferentes organismos creados a tal efecto. Esos organismos necesitan personas que se desempeñen y los lleven a cabo.
Ergo, para achicar al Estado, hay que empezar por todas esas hormigas defectuosas del sector público que mencionaba antes.
Durante la década del '90, la destrucción comenzó con los puestos de trabajo dentro de la esfera pública, pero no cesó ahí, sino que continuó con el desmantelamiento del tejido industrial del país. Y lo que parecía el reclamo consumado de buena parte de la población laboriosa -la del sector privado-, se transformó en una pesadilla colectiva, con la acentuación obscena de la exclusión y la vulnerabilidad social, que había empezado por el Estado, pero que acabó castigando duramente a toda la población. De esta época data la multiplicación de pobres y villas de emergencia. A estas políticas económicas les debemos la exclusión del circuito laboral -por no decir mercado- de generaciones enteras.
El intento de volver al Estado, luego de la crisis de 2001, trajo aparejado, naturalmente, un aumento paulatino de trabajadores que desempeñaran la repartición de servicios, que ese nuevo Estado se dispuso a brindar -y que el retorno al liberalismo más fiero, desde Diciembre pasado, decidió discontinuar-. Pero para no contribuir al relato, fabuloso, de la superpoblación de empleados públicos, los datos, tomados desde portales de ultra-izquierda como “La Nación”, hablan de la incorporación de alrededor de 150.000 nuevos empleados al Estado, en 10 años.
Aunque es cierto que el kirchnerismo no resolvió las condiciones del sistema de empleo en el área pública, tuvo sus intentonas. Lo curioso es como, para justificar esta sistemática eliminación, el lenguaje hegemónico se vale del argot popular “ñoqui”, aunque bien podría ser cualquier otro; porque es más cómodo pensar en una inerte bolita de masa, antes que en personas de carne y hueso, muchos con familias, hijos... uno pensaría que, como los aldeanos del cuento, la gente ya sabría que al grito de “¡Viene el lobo!”, el pastorcito estaría burlándose de ellos otra vez. Pero verlos empuñando sus horquillas y encendiendo sus antorchas, nos demuestra lo contrario.
María Elena Walsh nos enseñó que las cigarras no se mueren de frío y hambre en invierno, sino que hibernan bajo la tierra, hasta el año próximo.
Aunque esto se está pareciendo, cada vez más, a la fábula de la serpiente que se introducía en la casa de un cerrajero y mordía porfiadamente una lima de acero, y cuya moraleja advirtíanos que cualquier amague de revertir la situación de injusticia será fútil.
Un aluvión creciente de nuevos desempleados, en tres meses, resultado de medidas que principiaron en el sector público, pero que rápidamente imitaron los privados, nos retrotrae a un pasado de flexibilización laboral funesto. Lo innovador es, claramente, la metodología: espiar perfiles en redes sociales, y decidir, por cuestiones puramente ideológicas, separar a trabajadores de sus puestos; no notificar estos despidos y, en numerosos casos, bloquear los ingresos a los lugares de empleo con las fuerzas de seguridad. Que también son públicas.
A continuación, la incertidumbre... pareciera que mucha gente no se ha puesto a pensar que, no importa que seas hormiga, cigarra o culebra: la bota nos va a aplastar a todos.
Evidentemente, no hay moraleja que nos curta.
 
 
 
 
 
 
Juan Bautista Martínez (Columnista)

TOTAL NORMALIDAD

 
 
En 1968, una de las más prestigiosas revistas inglesas de divulgación científica, la Proceding of the Royal Society of Medicine, publicó un estudio realizado en, alrededor de 40, hombres homosexuales, sobre los distintos resultados de las terapias de aversión. Las mismas, iban desde la inoculación de químicos que provocaran vómitos ante la presencia de estímulos homoeróticos, hasta la electrocución durante aquellos momentos de excitación que se buscaban corregir.
Lo cercano de la fecha, no debe resultarnos sorprendente, si tenemos en cuenta que la Inquisición, como institución formal de la Iglesia Católica, se cerró recién en el mismo año.
Mucho antes de que ésta, la Iglesia, monopolizara el control de la espiritualidad en Occidente, existieron numerosas civilizaciones que entendían la sexualidad de manera distinta al mandato judeocristiano, de retozar únicamente para perpetuar la especie. En la Antigua Grecia, por ejemplo, no existía un concepto de la heterosexualidad y de la homosexualidad tan marcado como en la actualidad, sino que ambas prácticas convivían sin, mayor o menor, problema.
De hecho, inspirados por dos grandes héroes de la mítica guerra de Troya, Aquiles y Patroclo, quienes, se nos narra en La Ilíada, además de amigos y compañeros de armas, eran amantes, los comandantes tebanos, Górgidas primero y Pelópidas más tarde, conformaron el Batallón Sagrado de Tebas. Éste ejército constaba de parejas de soldados, amante y amado, que luchaban espalda con espalda, y llegó a ser uno de los cuerpos de élite más importantes del Mundo Antiguo.
La poetisa griega Safo, en su isla de Lesbos, cantó al amor entre mujeres, y la reminiscencia de su obra nos supervive. Además de que, adivinarán, de su gentilicio deviene la denominación usada para referirse a la homosexualidad femenina, exclusivamente.
En el Antiguo Testamento hebreo, sin embargo, se nos narra la caída de Sodoma y Gomorra, debido a las “perversiones” de sus habitantes.
Vemos así, que lo que era considerado normal, para ciertas culturas, no sólo no lo era para otras, sino que implicaba, además, un castigo divino.
Friedrich Nietzsche, en su “Genealogía de la Moral”, realiza una búsqueda cronológica del significado de la moral, del bien y del mal, desde la Antigüedad a su tiempo, descubriéndonos, que lo que se considera moral o inmoral, bueno o malo, en determinado lugar y momento histórico, no procede de un mandato omnipotente e incuestionable, sino que responde a las diferentes idiosincracias que constituyen las diversas culturas.
A lo que nos atañe, es análogo lo que sucede con el concepto de “normal” o “lo normal”. Etimológicamente, lo normal es aquello que se ajusta a la norma, que se halla de conformidad con ella. ¿Quién decide, entonces, qué es normal y qué no lo es? Nuestras sociedades occidentales, paridas al calor de la Ilustración, abrevan, principalmente, en el concepto de “Contrato social”, para su organización social y política; pero su moral ha sido determinada, en mayor medida, por la religión: el cristianismo como mascarón de proa.
Ya en su Divina Comedia, Dante Alighieri, en su descenso al Infierno, encuentra que uno de sus círculos estaba destinado especialmente para los homosexuales. Allí, entre los más célebres, reconoce al mismísimo Julio César.
Durante la Edad Media, los autodenominados representantes de Jesucristo, se arrogaron el derecho a castigar salvajemente, con torturas y ejecuciones, barbáricas, cualquier práctica sexual que, dentro de su ascetismo autoinflingido, consideraran como desviada de la norma. Establecida ésta, a su vez, por ellos.
Más acá en la Historia, y dejando atrás el oscurantismo medieval, también hubo quienes sufrieron cárcel y persecución: Oscar Wilde, Paul Verlaine, Alan Turing, por nombrar sólo a algunos; fueron hallados culpables de encontrar el placer en la virilidad reflejada. Aunque los dos primeros nos hubieran regalado versos exquisitos, y el último haya sido clave en la derrota de los nazis, durante la 2da. Guera Mundial, según nos recuerda Hollywood, en la película “The Image Game” (2015).
Algunos autores, gustan de establecer un paralelismo entre lo que significó el Renacimiento, en la Modernidad, y la revolución cultural en los años '60. Mientras que en el primero, se resignifican los valores -no sólo estéticos- de la Edad Antigua, este segundo período estuvo signado por movimientos políticos y culturales: reclamos por la paz, Mayo francés, boom latinoamericano de literatura, y proclamas de amor libre. Guerra de Vietnam en marcha, y Guerra Fría en su cénit.
En este contexto, los movimientos LGBT comienzan a tener una relevancia cada vez mayor, y una visibilidad como nunca habían tenido en toda la historia. Más, no será sino hasta 1969, durante los disturbios conocidos como “de Stonewall”, que los colectivos de la diversidad se enfrenten contra la opresión de un sistema policíaco discriminador y hostil, que establecía penas que contemplaban sanciones monetarias y prisión. A partir de entonces, ya no habría vuelta atrás.
En nuestro país, años después del terrorismo de Estado, sobrevivían -de manera más brutal, puesto que, a día de hoy existen- cierto tipo de controles policiales, atentos a cualquier situación de anormalidad. Se les llamaba razzias, e incluían, dentro de sus funciones, reprimir y hacer cumplir los edictos policiales, que pesadamente habíamos heredado de la dictadura. Los mismos podían disponer, desde prohibir la reunión de más de dos personas en un espacio público, a permanecer en la calle tarde en la noche.
La homosexualidad, además de patológica, era también considerada una contravención, por lo que muchos gays sufrían el asedio de los agentes de la ley. Ante esta situación, el 16 de Abril de 1984, en la discoteca Contramano, alrededor de ciento cincuenta personas dan por constituida la Comunidad Homosexual Argentina (CHA), a fin de hacerle frente a la injusticia social de que eran víctimas.
Su política de visibilidad supuso un inédito en la historia nacional, y, desde entonces, podríamos decir que su lucha ha sido fructífera. Hemos conseguido, como sociedad, erradicar la imagen del homosexual como condimento picaresco que provoca risa. Y ciertos discursos, que atrasan años, si bien pueden seguir oyéndose en determinados círculos, son hoy señalados como rescoldos de una hoguera que ya no se prende para sacrificar a los “putos” y a las “tortas”.
Como decíamos para el Día Internacional de la Mujer, hoy día ya no podemos seguir pensando que la lucha por los derechos de las minorías, son una lucha-de-las-minorías. La clave para desterrar la opresión y la ignorancia, es la transversalidad de causas: tu lucha es mi lucha. Reiteramos: las conquistas de unos, en pos de la libertad, engrandecen al conjunto. Siempre.
Entonces, podemos decir que, sin duda, una de las conquistas más significativas de los últimos tiempos, en cuanto respeto por la diversidad, ha sido la Ley de Matrimonio Igualitario, sancionada en 2009, y que permite contraer matrimonio a personas del mismo sexo. Neanderthalidades al margen, dio gusto escuchar a líderes políticos manifestando su apoyo, basándose, simplemente, en que estamos en el siglo XXI. Una ley a favor de las minorías, cualquiera sea, debe contar con adhesión popular, y eso ocurrió con este proyecto y con su posterior sanción.
Filosóficamente, es debatible lo positivo o lo negativo de que, en un Estado haya más o menos leyes. Pero como, filosóficamente, todo es debatible, vamos a saltearnos esto, entonces, para pasar de lleno al segundo eje de esta columna. Para ello vamos a manifestar nuestra adhesión a otra ley de la democracia, también inédita: la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, 26.522, o Ley de Medios, como fue popularmente conocida.
Sí, bueno, lamentablemente, dicha Ley fue.
Nuestro sistema capitalista, es injusto, entre tantas otras cosas, y se lo combate, por permitir el monopolio. U oligopolios, si nos ponemos más rigurosos. Es decir, que algunos pocos acaparen la mayor parte de los recursos, mientras la mayoría nos disputamos las migajas.
Otra particularidad interesante, es el punto de vista de que TODO es una mercancía, ipso facto o en potencia. Los milicos de la última dictadura, consolidaron la visión neoliberal, lo que, combinado a su afán de controlar los medios de comunicación, se tradujo en la sanción de una ley de medios acorde a su espíritu.
Al calor de esta legislación, los mismos medios que titularon el Golpe de 1976 como Total normalidad, crecieron exponencialmente, conformando oligopolios mediáticos que, hoy en día, son verdaderos krakens empresariales. Imagínese ud.: ve una noticia en un canal de TV, escucha la misma noticia en la radio, vuelve a toparse con la misma noticia en el diario. No podemos saber, a priori, si dicha información es fidedigna o no. Y aquí surge un doble juego: podemos ignorar que ese canal de televisión, esa señal de radio y ese diario pertenezcan al mismo dueño; o podemos saberlo y que lo consideremos normal.
Si se da este último caso, ¿cuál es aquí la norma? Pues, la que dicta la voracidad neoliberal. Sucede que estamos consintiendo una injusticia, porque consideramos que la información y la licencia para distribuir la misma, son, de hecho, mercancías. Y siguiendo este razonamiento, encontraremos correcto que se maneje de este modo, mediante las reglas del capital.
Una legislación nueva era, además de necesaria, obligatoria. Desde la vuelta de la democracia, podemos rastrear proyectos de ley para modificar o sustituir la antigua ley por una más democrática, valga la redundancia. Los ex-presidentes Raúl Alfonsín y Fernando De La Rúa, enviaron al Congreso sus proyectos, pero no contaron con apoyo, debido a las presiones de quienes verían lesionados sus manejos dudosos. Ya no estábamos en una dictadura, pero poco se advirtió que aun seguíamos bajo el yugo económico neoliberal.
Fue recién en Agosto de 2009, que la ex-presidenta Cristina Fernández de Kirchner envió el proyecto que se sancionaría en Octubre del mismo año. Hasta entonces, el ataque de los medios concentrados hacia la mandataria había sido indisimulado, pero a partir de ahí se cometieron verdaderos atentados mediáticos.
El debate más importante que introdujo la nueva Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, es aquel acerca de que la información, y los canales para distribuirla, son un derecho, y no un bien de mercado. Por ende, es imperioso democratizar. Ése fue el quid de la ley, y no otro, ya que en ningún momento menciona regular sobre los contenidos. Debate, un poco adormecido, pero que está presente. Porque los krakens son feroces, ellos nos interpretan la realidad, y nosotros los dejamos, porque nos parece normal que así sea.
El Grupo Clarín y es el oligopolio mediático por excelencia en nuestro país, y jamás acató la ley. Podrá ser legal, pero, para ellos, no era normal. Lo que resulta lógico, porque la ley puede emanar de autoridad competente todo lo que quiera, pero a la “norma” la imponen quienes tienen los medios. El nuevo gobierno, obediente a los interpretadores, hizo todo lo posible por anular el logro que resultó de la nueva Ley de Medios. Disolvió el AFSCA, ente creado para hacer cumplir la ley, y desvirtuó su texto. Y con eso su espíritu. Fue hace apenas semana y media.
Pocos medios se hicieron eco de la noticia, salvo algunos portales de internet. Pero, estoy más que seguro, de que muchos, al otro día, se morían de ganas de volver a titular: Total normalidad.
Una de las características nodales de la posmodernidad, es la ausencia de absolutos: hoy nadie sería creíble al hablar de Normalidad, con mayúsculas. Yo sostengo que somos todos anormales, eso nos hace a iguales, y a la vez, únicos.
Nuestra lucha es por los derechos, pero también contra los absolutos, los supuestos y las naturalizaciones. Ojalá de nosotros, como del Batallón Sagrado de Tebas, pueda alguien exclamar, el día de mañana, las palabras de Filippo II de Macedonia, padre de Alejandro: “Perezca quién crea que estos hombres o sufrieron o hicieron algo indebidamente.” Sabemos que la injusticia no tiene por qué ser normal.
 
 
 
 
 
 
 
Juan Bautista Martínez (Columnista)

LOS LIBROS DEL BUEN DECIR

Recuerdo, como si hubiese sido hoy, aquella mañana de Abril de 1616.
Temprano todos en la comarca estábamos abocados a nuestras diarias tareas; se agolpaban como de costumbre los vendedores con sus mercancías, y los niños correteando en las pantanosas callejuelas,
por todos lados se oía el parloteo del pueblo despertando un nuevo día.
Aquella mañana los pregoneros traían, además de los informes que la realeza imponía, una triste y lamentable noticia,
que nos dejaría a todos perplejos, desconcertados, sin alegría.
Por la madrugada, en Córdoba de Castilla, moría dueño de una de sus capillas, nuestro entrañable Inca Garcilaso de la Vega.
Tal era la desazón y el dolor para quienes lo conociéramos en vida que fue como si un baldazo de agua fría nos helara las costillas.
En profundo duelo nos hallábamos cuando alguien aventuró, como entre dientes, en Stratford ha muerto el Chespier, y Cervantes en una comisaría, de más está deciros que jamás se ha de olvidar este día!”
Esto bien podría formar parte de una sátira alegoría, escondida en algún libro, o en alguna memoria dormida. (Luciano Retamal)
Los seres humanos no actuamos directamente en el mundo, sino que nos valemos del lenguaje para ello. Y lo hacemos de dos maneras: internamente, para representarnos el mundo en que vivimos, al que accedemos a través de nuestra percepción, creando un modelo del mismo; y para comunicarnos, exteriorizando nuestro modelo del mundo, presentándoselo a los demás. En el primer caso, razonamos, pensamos, imaginamos, planeamos, etc.; es nuestro lenguaje más, si se quiere, “auténtico”, ya que lo que compartimos con los demás, en el acto de la comunicación, será apenas una porción de este modelo interno.
¿Pero es realmente auténtico, nuestro, este lenguaje? Más adelante vuelvo sobre esta cuestión.
El lenguaje, más allá del habla, es una herramienta cognitiva para entender la realidad. Es nuestra -en este sentido sí- herramienta como especie. Y es común a todos los seres humanos. Según afirma Edward Sapir, en su libro Cultura, Lenguaje y Personalidad, no existe evidencia de ningún grupo humano, a lo largo y ancho del globo (en el buen sentido del término), que prescindiera del lenguaje como parte inherente a su naturaleza, con mayor o menor sofisticación.
Aclaremos: una cosa es el lenguaje, y otra el idioma. Éste último es un tipo específico de lenguaje, representativo de una determinada sociedad o tribu. Según el mito bíblico, hubo un tiempo primigenio en el cual todos hablábamos el mismo idioma, pero esto se terminó cuando el Dios bipolar de las Sagradas Escrituras, que era amor puro pero se la pasaba enviando castigos terribles, confundió las lenguas de los constructores de Babel.
A lo largo de las eras, algunos idiomas han ido evolucionando, deviniendo en nuevos, y otros directamente desapareciendo. El latín, de la familia lingüística del indoeuropeo (Wikipedia dixit), originado en la península del Lacio, donde se desarrolló Roma antes de ser Imperio, y luego como idioma oficial del mismo, es padre y madre, de otros grandes sistemas idiomáticos, como ser: el italiano, el portugués, el francés, el español, etc.
Nuestro idioma llega a nosotros a través de siglos de dominación española, desde la conquista y el genocidio de los pueblos originarios, imponiéndose sobre los dialectos nativos, a sangre, acero y religión. Y, por ende, a sangre, acero y religión, también, es que impusieron su lenguaje, su cosmovisión.
A modo de humilde devolución, nosotros nos apropiamos del idioma y lo transformamos: ya no es el castellano antiguo de los conquistadores, es un español latinoamericano. Aunque haya quienes sigan pensando en español, esto es colonialmente, muchos creemos, siguiendo el derrotero de otros tantos antes que nosotros, que es preciso fortalecer nuestra identidad latinoamericana, con un lenguaje propio.
Como toda herramienta, el idioma no es malo o bueno per sé: ha servido para decretar injusticias y justificar atrocidades, pero también para cantar los versos más tristes esta noche, describir Macondo, leer saltando de la Tierra al Cielo, narrar las crónicas del Ángel Gris, las desavenencias entre la ciudad y los perros, llorar con la elegía a Ramón Sijé, o para vendar las venas abiertas de una América Latina que no para de desangrarse (saludo al pueblo hermano de Brasil, cuya democracia está siendo desangrada en estos momentos, por los mismos buitres que nos comen a nosotros eternamente las entrañas, como a contemporáneos Prometeos), hasta gritar Nunca más. Y eso por nombrar sólo algunas pocas.
Suponemos que los habitantes de la antigua Roma, nunca imaginaron que, siglos después, de su dialecto iban a derivar las aventuras de un justiciero trastornado por las novelas de caballería, que decantaría en icono de la utopía; ni mucho menos, que 400 años después de la creación de tan ingenioso hidalgo, estaríamos haciendo una breve reseña para este humilde programa de radio. Pero así está la cosa.
De modo que hoy, 23 de Abril, no sólo se celebra el Día del Idioma Español, sino también el Día del Libro, en memoria del fallecimiento de Miguel de Cervantes Saavedra, padre del idealista de La Mancha, pero también, aunque con un poco de trampa, del enigmático y afamado, a partes iguales, William Shakespeare; y del Inca Garcilaso de la Vega.
Desde La Ilíada y La Odisea, pasando por La Biblia, a la que hacía referencia más arriba, hasta las novelas rosas y policiales negros, pero también los manuales de escuela, los vademécums y las enciclopedias, ensayos filosófico o consideraciones más o menos intempestivas, los libros son herramientas fundamentales en la construcción del sujeto, ya sea que compilen saberes o historias. A través de ellos, y desde antes de la existencia de internet, podemos visitar lugares lejanos, conocer costumbres exóticas, o hasta viajar a otros planetas y a galaxias distantes, cuando no el centro de la Tierra o el fondo del mar. Todo desde la comodidad de nuestra casa, el asiento de una terminal de ómnibus, o un vagón de tren.
Subjetivamente, creo que un libro consta de dos partes: el material escrito por el autor, en cualquiera de sus formatos, y el lector que lo va a inteligir, según su propio bagaje. Quiero decir que puede leerse Mi lucha, de Adolf Hitler, y no por ello considerar que sea necesario realizar una limpieza étnica -eufemismo desafortunado-. O sí. De mi parte, nunca voy a entender cómo El guardián entre el centeno pudo haber inspirado el asesinato de John Lennon. Por eso, jamás voy a estar de acuerdo con la destrucción de material bibliográfico, porque, como bien decía Henrich Heine, “allí donde se queman libros, acaba por quemarse a los hombres”. Ray Bradbury supo plasmar magistralmente esta situación, en su Farenheit 451, donde la dictadura manda a los bomberos a quemar libros, y las personas son obligadas a permanecer frente a las pantallas. Esto lo saben todos los regímenes totalitarios de nuestra Historia: la Iglesia Católica, el nacionalsocialismo alemán, el fascismo italiano, el franquismo español, y todas las dictaduras latinoamericanas a lomos del Plan Cóndor.
Pero vuelvo sobre la construcción del sujeto. ¿A qué sujeto, valga la redundancia, nos estamos refiriendo? Hoy no existe el sujeto fuerte de la Modernidad, que instaló Descartes en el centro de la escena del pensamiento, con su Discurso sobre el método; pero tampoco existe el sujeto débil que la mentira neoliberal quiso instalar, a través de Fukuyama y su Fin de la Historia. Particularmente, me hago eco de la afirmación del filósofo José Pablo Feinmann, de que estamos en presencia de un sujeto absoluto comunicacional.
Nunca tuvimos, como civilización (siempre entre comillas), tanta oferta literaria (y de la otra) a nuestro alcance. Hoy, en 10MB, podemos tener las obras completas de Sigmund Freud y Julio Cortázar. El sistema, con su revolución comunicacional, pone a nuestro alcance todo el material literario, científico, político, filosófico, etc., porque está tan seguro de ganar, de aniquilar cualquier crítica, que puede darse el lujo de publicar la bibliografía de Karl Marx, por poner un ejemplo; la trampa la tiende con su lenguaje de inmediatez, a través del que se torna extremadamente arduo construir saberes que lleguen a conformar un corpus de pensamiento.
Puesto así, resulta más fácil tomar los saberes ya masticados y regurgitados por otros, que detenernos a construir nuestros propios conocimientos, con sentido crítico hacia lo dado. De esto se desprende que nuestra comunicación, es decir, nuestro uso del lenguaje en sentido externo, nos es bajada para que la reproduzcamos sin filtros. Y si, como afirma Jean Paul Sartre, “el objeto transforma al sujeto”, entonces nuestro lenguaje interno deja de ser nuestro, y pasa a ser el que el sistema determina que sea, según las necesidades de cada momento. Pensamos, razonamos e imaginamos lo que nos mandan pensar, razonar e imaginar. Somos interpretados por el sistema, capitalista, neoliberal, global o posmoderno -diferentes denominaciones del mismo siniestro-, a través de los mass-media.
No me gustan los nacionalismos, ni mucho menos los chauvinismos de necesidad y urgencia, pero sí creo que nuestro idioma se vulnera con la intrusión forzada de vocablos foráneos que, si nos descuidamos, acaban por reemplazar, en su uso, a los términos originales. Lo grave no es esta situación en sí, sino que cuando hablamos en un idioma, también pensamos en ese idioma. Y mientras sea meliflua nuestra propia identidad como pueblo, será tanto más fácil de colonizar, si colocamos la idiosincrasia extranjerizante que comportan las palabras de un idioma ajeno -el inglés como idioma oficial del imperio-, por delante del habla local.
Los libros están, dijimos, a nuestro alcance. Está en nosotros disfrutarlos, apagar un rato la TV y enfrentarnos a los textos, pero con espíritu crítico. Descartes mató a Dios antes que Nietzsche, cuando se atrevió a dudar de todo, menos de su propia duda. A nosotros nos queda la duda, no ya como un beneficio, sino como un arma. Dudemos de nuestro lenguaje, cuando nos demos cuenta que no se corresponde con nuestra realidad.
El lenguaje del sistema es el de los cantos de las sirenas, más, si conocemos el mito, sabemos que detrás de esa dulzura, de esa cadencia, se esconde la barbarie, en este caso, de millones de personas sin trabajo, sin vivienda, sin comida y sin oportunidades. Mediante sus distintas manifestaciones, el capitalismo habla un idioma diferente, diametralmente opuesto, al de necesidades y derechos que no reconocen entre español o inglés. Cualquier malintencionado podría afirmar que miente descaradamente. Seamos malintencionados entonces...
No me gustaría cerrar esta columna sin mencionar la escuela de la Gramática transformacional, de Noam Chomsky, y la Programación Neurolingüística, fundada por Richard Bandler y John Grinder -en verdad la segunda se basa enteramente en la primera-, que postulan, a grandes rasgos y con perdón por la simplificación, que si el mundo en el que actuamos, no es sino un modelo del mundo real, en tanto que modelo puede modificarse, cambiar, y ponen las herramientas y la responsabilidad de hacerlo en nosotros mismos, a través del lenguaje. Es muy interesante, pero necesitaría una columna aparte, así que se los dejo para otra ocasión.
Mientras, resistamos leyendo, leamos mucho: de los libros, de la pc, de dónde sea; porque, aunque parezca una paradoja macabra, las bibliotecas están corriendo el peligro de volverse ruinas arquitectónicas antes que las iglesias.

Juan Bautista Martínez (Columnista)





 Bibliografía:
- “La estructura de la Magia” Tomo I - Richard Bandler & John Grinder
- “La filosofía y el barro de la historia” - José Pablo Feinmann
- “Cultura, Lenguaje y Personalidad” - Edward Sapir
- “El desafío de los valores. Una propuesta desde la filosofía” (cap. 2 - “¿En qué mundo vivimos?”) - Gustavo Santiago
- Wikipedia