jueves, 26 de mayo de 2016

LA NACIÓN


Desmitificando un poco la cuestión semántica, el periodista Carlos del Frade estableció, en una nota de hace tres años, un paralelismo entre el escaso valor que tienen, para la sociedad en general, una moneda de 25 ctvos., con la quita de significado del 25 de Mayo como fecha patria: en ambos converge la figura del Cabildo. Lo que, metáfora para nada forzada, daría cuenta del escaso valor de la ilusión de independencia.
Desde la falacia de denominar como revolución a lo que fuera un cambio de patrones, a la invisibilización de gauchos, negros e indígenas de los anales de la historia, puesto que no sabían escribir para dejar su propio testimonio; la historia mitrista se encargó de maquillar los hechos y revestir de heroísmo a la oligarquía terrateniente, para brindar la ilusión de que dicha revolución, nos identificaba a todos por igual, y pudiera, asimismo, ser ilustrada en la tapa de los Billikens. ¿Existían los paraguas en 1810? ¿Sabía Domingo French rematar moribundos, como afirma JPFeinmann, además de repartir cintas albicelestes?
Lo que sí puede desglosarse, afirma el periodista, es que la población del Virreinato del Río de La Plata, era de casi 600 mil personas; entonces, si tenemos en cuenta que la Semana de Mayo cuenta las peripecias de 165 personas, correspondientes a las familias más acaudaladas, no puede deducirse un espíritu muy popular de su parte. Menos, si tenemos en cuenta que muchos de esos valientes estaban concertando acuerdos para comerciar con Inglaterra apenas pudieran deshacerse del yugo colonial español, que, de yapa, se encontraba por esos momentos en manos de Napoleón.
Pero, de la misma forma que sus descendientes, desde el diario La Nación, nos cuentan la realidad desde la subjetividad propia de la clase oligárquica más conservadora, aquella que se identifica con la Argentina del Granero del Mundo; Bartolomé Mitre nos convida a celebrar una victoria pírrica con mucho aire de derrota.
Desde el vamos, América Latina, y particularmente Argentina, se tuvo que enfrentar a la difícil situación de ser colonizados por la potencia europea más atrasada de todas. España, a diferencia de Inglaterra o Francia, reproducía en sus colonias el mismo sistema que fronteras adentro: el atraso se correspondía, en parte, con la autoridad que seguía teniendo la Iglesia Católica en una modernidad que se identificaba, justamente, por correr del lugar central a los ungidos representantes de Dios. Pero también con la suntuosidad estéril de una nobleza bruta, de propósitos efímeros, que malgastaba lo saqueado en lugar de invertirlo. Un poco de justicia poética ante tanto horror.
“Si los pueblos no se ilustran, si no se vulgarizan sus derechos, si cada hombre no sabe qué es, qué puede y qué se le debe, nuevas ilusiones reemplazarán a las antiguas. Y después de vagar entre mil incertidumbres, será tal vez nuestra suerte mudar de tiranos sin destruir la tiranía”. Las palabras son de Mariano Moreno, quien, sobre los principios de Manuel Belgrano, trazó las ideas de una Patria que fuera justa, libre y soberana. Y, a pesar de su misteriosa muerte en altamar, sus ideas lo sobrevivieron en las gestas de San Martín, Güemes, Artigas y Bolívar. Es decir, pese a Mitre, sí hubo un proyecto de país para todos, por el mismo que dejaron la vida quienes no sabían leer y escribir, y por el mismo que fue ninguneado el caudillo charrúa y la Asamblea de los Pueblos Libres del año 1813.
Las clases dominantes, aquellos que se creen que habitan una Argentina de calidad, o, mejor dicho, los meritócratas de la Historia, nunca perdonaron el tener que compartir su sueño de libre comercio con Inglaterra, con las masas menos favorecidas, que también son país, y que también celebran la Independencia. Aunque ésta no exista realmente para ellos. Esas clases dominantes no perdonaron a Artigas, ni a Belgrano, ni a San Martín, ni a Moreno. Los dos primeros murieron pobres, inmersos en deudas y difamaciones, mientras que los otros dos fueron mandados al exilio.
Pero el sueño de la independencia sigue vigente. Mejor dicho, sigue pendiente. Y lo seguirá mientras la soberanía nacional siga claudicando en favor de la meta-soberanía que imponen los organismos crediticios internacionales. Mientras la deuda externa siga primando sobre la dueda interna. Mientras la derecha asesina se siga imponiendo a base de propaganda y golpe sobre la reminiscencia de la Asamblea de los Pueblos Libres. Mientras los desheredados de la tierra sigan eligiendo el al cooperativismo al zapping. O, simplemente, mientras no se sigan cambiando escarapelas por globos.
 
 
Juan Bautista Martínez (Columnista)
 
 
Referencias:
 
- “La sangre derramada - Ensayo sobre violencia política” - José Pablo Feinmann
 

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